LOS DOS BERLINES
BERLÍN ORIENTAL
Sólo existe una serie de 7 valores emitidos
para Berlín por los soviéticos. En realidad, se trata de una más de las que
iban emitiendo en 1945 para los distintos territorios ocupados.
Después se emplearon los sellos de ocupación
ya explicados en otra entrada, hasta que en 1949 Berlín se convirtió en capital
de la llamada Alemania Democrática (DDR).
BERLÍN OCCIDENTAL
Corresponde a las zonas de ocupación
americana, británica y francesa. Emitió sellos, comunes para las tres zonas,
desde 1948. Desde 1955 aparecieron con la leyenda “Deutsche Bundespost –
Berlin”, y desde 1961 se trató, cada vez con mayor frecuencia, de emisiones
iguales a las de la República Federal con la indicación específica “Berlin”.
Fue una isla muy adentro de la zona soviética
de Alemania, y lo fue por culpa de los norteamericanos, y en especial de uno de
ellos. Los hechos pueden resumirse así:
Los alemanes querían que fueran los
occidentales quienes entraran en Berlín; tenían sobrada noticia del comportamiento
de las tropas soviéticas en su avance por las zonas orientales y eso explica la
enconadísima resistencia de las unidades alemanas en abril de 1945. No sabían
que el general Eisenhower, Comandante en Jefe de los ejércitos aliados, estaba
decidido a no ir a la capital.
Hombre de miras notablemente estrechas, estaba
obsesionado por la idea de destruir un ‘reducto alpino’ que nunca existió y, lo
que es aún peor, se permitió comunicar directamente sus ideas y planes a
Stalin, a quien le pareció de perlas.
De nada sirvió que Montgomery, Comandante
británico, considerase aquello una barbaridad; la contestación que le dio
Eisenhower fue: “esa ciudad no es para mí otra cosa que un lugar geográfico, y
como tal no me interesa”. Intervino Churchill, el cual envió un memorándum al
presidente Roosevelt en el que señalaba:
-- La Rusia soviética se ha convertido en un
peligro mortal para el mundo libre, y es preciso detener su avance,
constituyendo para ello un frente lo más al Este posible.
--Berlín es un objetivo primordial de los
ejércitos angloamericanos.
--La liberación de Checoslovaquia por tropas
americanas adquiere una considerable importancia.
No sirvió de nada; los EE.UU. eran quienes
mandaban, y ni Roosevelt, ni Eisenhower ni el Estado Mayor americano hicieron
el menor caso. No sólo los defensores de Berlín esperaron en vano, sino que,
como guinda del pastel, las tropas aliadas, ya en la época de Truman (Roosevelt
fue fulminado por una apoplejía el 12 de abril), retrocedieron de los límites
alcanzados, dejando al ejército soviético a 45 Km de Hamburgo y a 130 de
Maguncia, a orillas del Rin.
La resistencia militar cesó el 2 de mayo
(Hitler se había suicidado el 30 de abril), y hasta el 30 de agosto no se fundó
el Consejo de Control Aliado, tras lo cual aún tenían que llegar y tomar
contacto con la situación los contingentes de tropas occidentales.
Los soviéticos, solos entre tanto en la
capital casi totalmente reducida a escombros, tuvieron mucho tiempo para hacer
cosas; y lo aprovecharon. Las principales víctimas de esas ‘cosas’ fueron las
mujeres; aunque los archivos rusos permanecen infranqueables (Putin ha
declarado hace poco que lo único que cabe hacer con la Gran Guerra Patriótica
es admirar la gesta y el heroísmo del Ejército Rojo, sin entrar en detalles ni
revisiones), se estima razonablemente que sólo en la ciudad de Berlín fueron
violadas unas 100.000 mujeres, ante la indiferencia de las autoridades.
En aquellos días desmontaron la Cancillería y
con sus materiales erigieron un faraónico monumento, en lo que luego sería
sector británico, al Ejército Rojo, con guardia de honor permanente. Se
llevaron lo que quisieron, incluyendo tesoros artísticos de fama mundial, como
el Tesoro de Troya encontrado por Schliemann (durante decenios afirmaron
oficialmente que se había perdido; ahora han reconocido que lo tienen, pero sin
la menor intención de devolverlo). También tuvo lugar por entonces el nunca
aclarado incendio (¿) del Kaiser Friedrich Museum, con desaparición de
importantes fondos, entre ellos dos pinturas españolas del siglo XVII de
primera categoría.
Naturalmente los males de la ciudad no habían
terminado. En 1948 Stalin decidió eliminar aquella molesta isla. Tomando como
pretexto el cambio por los occidentales del viejo y resquebrajado Reichsmark
por una nueva moneda, el Deutsche Mark, cerró el tránsito a Berlín por todas
las vías terrestres. Calculó, acertadamente, que los occidentales no se
atreverían a forzar el paso; y calculó, esta vez desacertadamente, que una
ciudad de ese tamaño no podría abastecerse por aire.
El ‘bloqueo de Berlín’ comenzó el 24 de junio
de 1948; el ‘puente aéreo’ como respuesta se inició el día 25. Fue una proeza
técnica, que recayó casi en su totalidad sobre la Aviación americana. Al cabo
de unos meses se llegó a unos 900 vuelos al día, lo que suponía más de 9.000 Tm
diarias de víveres y combustible. A pesar del esfuerzo, los berlineses pasaron
aquel invierno hambre y frío, y el parque de Tiergarten se quedó sin árboles,
transformado en un inmenso huerto de verduras y hortalizas.
El levantamiento
del bloqueo tuvo lugar el 12 de mayo de 1949. Costó 65 muertos por accidentes,
cifra muy pequeña para una operación que carecía de precedentes.
No vamos a repetir todo lo relativo al Muro,
comentado en la entrada anterior como problema que afectaba a toda Alemania;
sólo a añadir algunos datos y pinceladas.
Comienzo de la construcción (recordémoslo):
13 de agosto de 1961. Ya habían pasado los tiempos en que se pretendía echar a
los occidentales de Berlín Occidental; por eso, las tres potencias ocupantes,
alertadas sin duda previamente, se tomaron el asunto con mucha tranquilidad,
una vez que supieron que la cuestión no afectaba a sus derechos: pasaron 20
horas antes de que apareciesen fuerzas militares y 72 antes de la obligada
protesta diplomática ante Moscú. Kennedy declaró que “es una solución poco
elegante, aunque mil veces preferible a la guerra”; y McMillan, Premier
británico: “Alemania del Este detiene el flujo de refugiados y se atrinchera
tras un grueso telón de acero. No es nada ilegal”.
Sólo en 1963 un acuerdo,
negociado por el Gobierno federal, permitió que más de 100.000 berlineses del
Oeste visitaran a sus parientes con ocasión del fin de año.
En 1975 empezó a construirse el llamado “Muro
de la cuarta generación”. Era todo él de hormigón armado, de 3,6 metros de
altura; detrás, valla metálica, cables de alarma, trincheras para evitar el
paso de vehículos, pistas escarificadas para registrar las pisadas, nueva cerca
de alambre de púas; además, más de 300 torres de vigilancia, 30 búnkeres y unos
1.000 perros policía. Por supuesto, rejas de acero en los canales. La anchura
de la zona oscilaba entre 30 y 500 metros (en Potsdamer Platz).
Los alemanes
orientales no podían visitar la zona inmediatamente anterior sin una
autorización especial, y cualquier pregunta sobre la organización del sistema
(absolutamente secreta) podía traer graves consecuencias.
Como dato de interés humano, la última fuga,
que tuvo ocasión de presenciar quien esto escribe, tuvo lugar en agosto de
1989, a través del canal muy próximo al Reichstag. En una espléndida tarde de
domingo, dos jóvenes intentaron cruzarlo a nado; Fueron alcanzados por una
lancha de la Policía Popular, que no se atrevió a disparar por la multitud de
berlineses y turistas extranjeros que por allí había, y que gritaban,
abucheaban y filmaban en video la escena en que los policías intentaban agarrar
y sujetar con bicheros a los fugitivos. Al final los policías abandonaron y los
prófugos fueron atendidos y acogidos con ovaciones en la orilla occidental. Los
tiempos habían por fin cambiado; faltaban pocos meses para la caída del Muro.
Poco a poco, sobre todo a partir de 1965, la
situación de Berlín Occidental se fue estabilizando relativamente. Desde el
punto de vista político era irregular (aunque menos que la de Berlín Oriental,
capital de un Estado), pues, dada su situación de ocupación, no podía ser un
Land de la República Federal, pero las autoridades aliadas quedaron con
carácter representativo, aparte del mando de contingentes simbólicos de tropas,
mientras que de las cuestiones de ordinaria administración se ocupaban
funcionarios alemanes del Oeste, incluso de la presencia física en los puestos
de paso y control; Berlín enviaba también representantes al Bundestag de Bonn,
que en alguna ocasión se reunió incluso en la antigua capital.
La mayoría de los berlineses occidentales,
que se sentían lógicamente asfixiados en la ‘isla’ preferían salir de ella en
avión, para no tener que aguantar los agobiantes controles policíacos de la
DDR. Aparte del tren, existían varias autopistas especiales ‘de tránsito’, que
convergían en una ronda (más exacto sería decir una ‘hemi-ronda), que conducía
todos los vehículos al sur, al punto de control de Dreilinden. Por supuesto
estaba totalmente prohibido salir de la autopista de tránsito, y se tomaban las
horas de entrada y de salida del vehículo. Había estaciones de descanso y
servicio para los occidentales, rigurosamente prohibidas para los nativos, y
viceversa.
Más o menos conscientemente se partía del
supuesto de que la división iba a ser
para siempre, incluso en la planificación urbanística, construyéndose rondas y
vías rápidas para hacer fluido el tráfico en torno a la zona occidental, que,
tras la destrucción del Muro, han quedado obsoletas. La antigua línea de metro
que cortaba el extremo del sector oriental pasaba, con los vagones cerrados,
por varias estaciones clausuradas en semipenumbra (por supuesto, los túneles de
metro, que habían jugado un importante papel en la defensa de Berlín en 1945 ,
eran objeto de especial vigilancia ). El S-Bahn (ferrocarril elevado), que
asimismo tenía estaciones cerradas por la misma circunstancia, iba siempre casi
vacío, pues, al ser propiedad de la DDR, los berlineses occidentales lo
boicoteaban.
Al fin quedaron establecidos tres puntos de
paso: uno al Norte, en el sector francés, sólo para alemanes; otro, general y
bastante congestionado, en la estación de Friedrichstrasse, y un tercero, más
al sur, al final de lo que quedaba de esa larga e importante calle, en el
sector americano, era el famoso Checkpoint Charlie (que se ha conservado como
recuerdo). Era el de las películas, aunque en realidad los intercambios de
espías se hacían en un puente mucho más alejado y discreto, cerca de Potsdam.
Por el Checkpoint Charlie no podían pasar alemanes. En él se produjo el 27 de
octubre de1961 un enfrentamiento entre carros de combate rusos y americanos que
pudo dar lugar a un incidente muy grave. Era en general poco concurrido, pues
al otro lado había una zona particularmente siniestra: el extenso sector en
escombros del antiguo barrio de la Cancillería, donde sólo se alzaba, aislado,
ennegrecido y vigilado, el inmenso edificio del Ministerio del Aire de Goering.
Berlín era una ciudad (mejor, dos ciudades)
extraña, donde se veían extrañas cosas. Por ejemplo, el traslado en camiones de
los soldados soviéticos de la Guardia de Honor del monumento antes citado,
entre silbidos y befas cotidianas de los berlineses y escoltados por jeeps de
la Policía Militar Británica, para evitar que fueran apedreados; la policía
berlinesa obligaba incluso a los transeúntes, en la zona del odiado monumento,
a pasar a la otra acera, en prevención de incidentes. Hoy ya no hay monumento
ni, claro está, guardia de honor. De vez en cuando se podía ver también, en el Checkpoint
Charlie, un automóvil militar, lleno de jefes occidentales, con uniforme muy
correcto y sumamente serios, que pasaba, obviamente sin trámite alguno, para
ejercer y mantener el derecho de los ocupantes a circular por toda la zona
ocupada.
Los pases para acceder a Berlín Oriental eran
hasta las doce de la noche (la hora de la Cenicienta), con obligación de
cambiar una cierta cantidad en marcos orientales a un cambio asesino y
prohibición de sacar a la vuelta ni un solo marco. Era preceptivo volver por el
mismo paso utilizado para entrar.
Todas estas cosas, que un día fueron vida
cotidiana, hoy son Historia y tienden a olvidarse. Por eso les hemos dedicado
tanto espacio.
Los dos Berlines eran muy diferentes. El
occidental tenía como arteria principal y brillante la K-Damm, versión
berlinesa de los Campos Elíseos con la gran mayoría de los inmuebles
reconstruidos, y cerca de ella la Plaza Chamisso, milagrosamente intocada por
los bombardeos y escogida como escenario de muchas películas. Tenía asimismo,
sobre todo en el distrito de Kreuzberg, una notable concentración de radicales
de todo pelaje, a menudo de aspecto inquietante, atraídos a Berlín por las
peculiaridades del ordenamiento jurídico de la ciudad.
El Berlín Oriental contaba con la vieja arteria
cultural y aristocrática de la ciudad, llena de pesados, pero a menudo
magníficos, edificios de los siglos XVIII y XIX, con más o menos marcas de
metralla: Unter den Linden. Estaba poco concurrida, porque acababa en la Puerta
de Brandenburgo, es decir en el Muro, y tampoco había comercios que atrajesen a
la gente. Nada había quedado de la vieja Alexanderplatz, otro de los antiguos
puntos neurálgicos de la ciudad, remodelada como una gran explanada dominada
por la altísima Torre de la Televisión, una especie de emblema de la ciudad; en
esa plaza se concentraban los domingos por la tarde muchas personas, más bien
silenciosas y de aspecto aburrido, comiendo todos un helado del mismo tipo,
adquirido tras larga cola.
Todo empezó a cambiar el 9 de noviembre de
1989. Al día siguiente, ya hubo espontáneos que comenzaron a romper el Muro,
tarea que continuó con ahínco durante semanas, meses y años, dando lugar al
popular negocio de romperlo en miles y miles de trocitos que se vendían como
‘recuerdo’ a los turistas. Hoy se conserva únicamente, en un lugar no muy
céntrico, un tramo de 1.300 metros como recuerdo.
Actualmente la ciudad se ha renovado y las
grúas llenan el paisaje. La enorme explanada que ocupaba lo que había sido
Potsdamer Platz y sus inmediaciones, antaño cortada por la zona del Muro, se ha
convertido hoy en el más moderno y próspero sector comercial de la ciudad.
Edificios emblemáticos como la Catedral y el Reichstag (donde vuelve a reunirse
el Parlamento) han recuperado su antiguo esplendor. Los mejores arquitectos del
mundo construyen y reconstruyen.
Se espera que para el 2015 se acabe de
reconstruir el Palacio Imperial, dañado por los bombardeos y acabado de derruir
por el gobierno de la DDR, cosa que los
berlineses jamás perdonaron; el proyecto contempla la creación dentro de él de
un gran centro cultural y comercial, cuyos muros exteriores serán copia exacta
del edificio original.
La transferencia del Gobierno Federal y de la
Cancillería tuvo lugar en 1999 (ver entrada siguiente). Berlín es de nuevo
capital del Estado y además cabeza de uno de los nuevos Länder. Tiene 3,4
millones de habitantes, siendo la ciudad
más poblada de Alemania y la 5ª aglomeración de la Unión Europea.
Sin embargo, no todo es positivo en el actual
Berlín. La delincuencia ha aumentado, los grupos de personas con aspecto
alarmante se ven incluso en lugares muy céntricos y es la ciudad del país donde
se observa un mayor número de manifestaciones de racismo.
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