miércoles, 27 de febrero de 2013

AFGANISTÁN




AFGANISTÁN      Asia Central

Capital: Kabul
Forma de gobierno: República islámica y presidencialista
Superficie: 652.225 Km2 (40º)
Población: 30.419.928 hab (40º)   Densidad: 47 hab/Km2
PIB/cápita: 1.000 $ (218º)

Se trata de un país sin salida al mar, ubicado en el corazón de Asia y de agitada historia.

El establecimiento de algo que pueda llamarse un estado (bajo la forma de monarquía unificadora de diferentes tribus) se produce en 1747. Sin embargo, se suele considerar que el moderno Afganistán nace en 1826, tras la caída del Imperio Duwani, que, aunque también llevaba el nombre oficial de Reino de Afganistán, era mucho más extenso.

A lo largo del siglo XIX se convierte en preocupación constante para los británicos, hipersensibilizados por la expansión rusa en Asia Central, que ven como una amenaza para su India; pero, pese a repetidos y sangrientos intentos, no lograrán consolidar  ni siquiera un protectorado permanente en Afganistán, verdadera ‘zona tampón’ entre los dos imperios, ruso y británico. Es el ‘gran juego’, según la expresión creada o difundida por Kipling. Los intentos británicos de manipular la región se prolongarán hasta después de la Primera Guerra Mundial.

Amanulá (1919 – 1929) se sacudió ese tipo de injerencias aproximándose a la recién creada URSS. Llevó a cabo reformas sociales, políticas y económicas.

Tras una tanda de asesinatos y derrocamientos, Zahir Shah estableció el primer Parlamento  en 1965, época de fermentación política. 

Fue derrocado por su primo y ex – primer ministro Mohamed Daud Jan, quien proclamó la República en 1973

Esta República duró de 1973 a 1978. Daud Jan, que quedó como patrono de la misma, prometió reformas progresistas, pero en 1977 estableció un partido único que resultó impopular, y se enfrentó con el PDPA (Partido comunista). Daud acabó ejecutado y los comunistas proclamaron la que llamaron ‘República Democrática’. 


En 1978 se instala, pues, un gobierno comunista. Sobre las características, gracias y donaires de un sistema de tal tipo, no es preciso que nos extendamos aquí. Sin embargo, es de justicia reconocer que, como ocurrió en las repúblicas soviéticas de Asia Central, se produjo una importante modernización, con creación de numerosas empresas y mejora de la infraestructura. 

La importancia que su protectora, la URSS, dio a Afganistán, queda demostrada por el hecho de que promovió la participación de diferentes repúblicas populares de la entonces Europa Oriental soviética.

Principales beneficiarias fueron las mujeres, a quienes se permitió no usar velo y cuya promoción e integración laboral se favoreció. Se eliminó el viejo cáncer de la usura, se llevó a cabo una campaña de alfabetización y se eliminó el cultivo del opio.


Pese a todo, el carácter foráneo y la doctrina atea base del régimen lo hacían intolerable para los buenos musulmanes, que constituían la inmensa mayoría de la población. Nacieron guerrillas, de base tribal, que hicieron necesaria la intervención militar soviética ya a fines de 1979.

Si en un primer momento los rusos llevaron la mejor parte, poco a poco la persistencia de la guerrilla fundamentalista, cada vez más apoyada por EE.UU., Pakistán, Arabia Saudí y otros estados musulmanes, todo ello en el contexto de una ‘guerra fría’, a la que hoy sabemos que ya le quedaba poco, provocó en 1989 la retirada un tanto humillante del ejército soviético.

Sin este apoyo tenía poco que hacer el gobierno de Kabul. En su última etapa practicó una política más moderada, con abolición del Consejo Revolucionario, e incluso ¡reconoció al Islam como religión del Estado!

De nada le sirvió. En 1992 los mujahidines, cuyo gobierno ya había sido reconocido por varios países árabes, entraron en Kabul y establecieron en todo el país el llamado Estado islámico, regido por la Sharia.

Tras desarmar a las organizaciones de masas del régimen anterior y concentrar el armamento en las milicias de los diferentes ‘señores de la guerra’, se creó una situación caracterizada por las continuas luchas internas y la fragmentación del país, floreciendo el cultivo y tráfico del opio y la prostitución.

El caos favoreció a la facción de los ‘talibanes’, que creció en número y, propugnando la cesación de las contiendas civiles, se hizo con el poder en el 90% del territorio, proclamando el Emirato islámico en 1996. El régimen expulsado concentró sus fuerzas en la zona más septentrional, atribuyéndose el nombre de Alianza del Norte, que mantuvo el reconocimiento de la ONU y de algunos estados.

Los talibanes eran en su origen un grupo de estudiantes islámicos con centro en la ciudad meridional de Kandahar. Implantaron un sistema tiránico que tenía como eje una interpretación extremista, radical y violenta de la Sharia o ley islámica basada en el Corán y su complemento la Sunna.

El desprecio a los derechos humanos fue absoluto, con persecuciones, matanzas y mutilaciones públicas (la foto que se acompaña corresponde a Kabul, 16 – 11 – 1999). 

Se implantó la prohibición absoluta de la televisión, videos y toda clase de música, pero esto es sólo un aspecto del régimen de vida impuesto, que parece sacado de un relato de terror.

Las mujeres, las más perjudicadas, prácticamente no tenían derecho alguno y apenas podían salir de casa, ni siquiera para ganarse la vida. Muchas se suicidaron.

Su desprecio por la ley internacional hizo que únicamente fuera reconocido por tres países: Pakistán (donde se había desarrollado el grupo), Arabia Saudí (país natal de Osama bin Laden, líder de la organización terrorista Al – Qaeda, huésped y estrecha aliada de los talibanes) y los Emiratos Árabes Unidos.

En agosto de 1998 tuvieron lugar atentados con bombas a embajadas estadounidenses, a lo cual respondió el Presidente Clinton con ataques de misiles a campos de entrenamiento de terroristas. En 1999, el Consejo de Seguridad de la ONU estableció un régimen de sanciones.

En septiembre de 2001 se produjeron los bestiales atentados con aviones en EE.UU. Éstos exigieron la entrega de bin Laden y el desmantelamiento de su organización. Ante la negativa talibán, iniciaron el 7 de octubre, apoyados por una coalición internacional, el ataque que hizo caer el 17 de diciembre las últimas posiciones del estado talibán.

La ocupación dio paso al nacimiento en 2001 de un nuevo régimen republicano bajo la protección de fuerzas de la OTAN, que, hasta el momento, permanecen en el territorio. En 2004 se aprobó la Constitución y fue elegido el presidente Karzai (reelegido en 2009 para un segundo y último mandato que finalizará en 2014).

Desgraciadamente el problema no acaba aquí y sigue siendo de actualidad; por eso parece conveniente hacer una pausa para bosquejar algunos datos geográficos, económicos y demográficos.


Afganistán está compuesto en un 75% por zonas montañosas, con algunas llanuras en el N y SO. El clima es continental extremo, con gran amplitud térmica. Las precipitaciones son escasas.

Buena parte del terreno es árido o semidesértico, exceptuándose unos cuantos valles fértiles muy poblados. La red fluvial es endorreica.

Pese a la recuperación experimentada en los últimos diez años, sigue siendo un país extremadamente pobre, aislado del mar y en gran medida dependiente de la ayuda exterior; sólo en 2010/2011 recibió 15,7 miles de millones de dólares.

Buena parte de la población continúa sufriendo escasez de alojamientos, agua potable, electricidad, atención médica y empleo. 

La criminalidad, la inseguridad, la debilidad del gobierno, las deficientes infraestructuras y las dificultades para extender el imperio de la ley a todo el país, constituyen graves obstáculos  para el desarrollo económico, mientras que los índices de calidad de vida se cuentan entre los más bajos del mundo. A pesar de la enorme ayuda que recibe, súmense otras dificultades, como las bajas percepciones fiscales, la debilidad de las estructuras administrativas  y la corrupción.

Tiene reservas de petróleo y gas, poco explotadas hasta ahora. Se han descubierto también reservas de litio, tan importante para las baterías.

La agricultura es de escasa entidad, con la excepción que ahora se dirá. Mayor importancia tiene la ganadería, especialmente ovina, que da lugar a la exportación de pieles. La industria es asimismo despreciable y a pequeña escala.

Es el mayor productor mundial de opio (unas 119.000 Ha plantadas en 2010). La mayor parte de la heroína consumida en Eurasia procede del opio de Afganistán, lo que supone un ingreso clave para los talibanes y otros grupos antigubernamentales, de unos 100 millones de dólares al año. La situación del país y la extendida corrupción dificultan por supuesto la lucha antidroga.

El 42% de la población es pashtun, y el 27%, tadjikos; se trata en ambos casos de indoeuropeos del grupo iranio. Son idiomas oficiales el dari y el pashtun, el primero de los cuales constituye una especie de lingua franca. El 80% son sunníes, y el 19%,chiítas.

La población urbana representa un 23%. La tasa de crecimiento anual alcanza un 2,22%, y ello pese a padecer la más alta mortalidad infantil del mundo: 121,63 por mil; claro que la tasa de fertilidad es de 5,64 hijos/mujer, la 9ª del planeta.

La esperanza de vida es de 49,72 años, y la tasa de alfabetización, 28,1%. 

Cuando tuvo lugar la intervención en 2001, se creyó apresuradamente que el peligro talibán había desaparecido. Ha sido muy lejos de ser así. Los talibanes volvieron llenos de ansias de revancha.

La guerra lleva más de 10 años. Empezó muy pronto a crearse una zona no controlada y hoy totalmente consolidada, en el S y SE del país, a ambos lados de la frontera con Pakistán. Sin poder aquí entrar más a fondo en el tema, sí procede dejar constancia de que ello ha sido posible por la actitud ambigua y oblicua de un país tan esquinado como es Pakistán, en cuyo territorio los insurgentes siempre han contado, y siguen contando, con zonas de refugio que constituyen sus bases.

Hoy, la falta de tesón y constancia que ha llegado a ser un rasgo característico de los países occidentales, ha surtido efecto. Recientemente, el presidente norteamericano Obama, cediendo al desinterés creciente de la opinión pública, y aun en contra de la opinión de sus servicios de inteligencia y del Pentágono, ha hecho saber que las fuerzas de la OTAN abandonarán Afganistán antes del fin de 2014. Quedarán sólo instructores militares y, esto se supone, grupos de fuerzas especiales antiterroristas.


No sería justo echar la culpa de esa decisión, discutible, únicamente a los americanos. La actitud de otros países es similar. Las fuerzas canadienses y francesas, por ejemplo, están ya allí con un papel decorativo.

Todo esto ha ocurrido tras un año 2012 de negociaciones, esporádicas y a bajo nivel, con los dirigentes talibanes, que no han conducido a nada.

En diciembre de 2012, las fuerzas de la coalición eran de unos 102.000 hombres, pertenecientes a 50 naciones. Desde 2001 las fuerzas aliadas han tenido más de 3.000 muertos.

¿Cuál es el balance de la guerra? Depende. La operación ha tenido éxito parcial, en el sentido de reducir la fuerza de Al Qaeda, aunque ésta sigue constituyendo una presencia en el país. Pero la cosa es diferente si se mide la seguridad para el afgano medio: las muertes de civiles han experimentado una escalada durante los últimos cinco años. 

Los talibanes están lejos de haber sido derrotados, y su fuerza ha crecido. Muchas de las ganancias territoriales de la OTAN son reversibles, y los militantes islámicos han desarrollado tácticas de comandos suicidas para dar golpes en zonas más septentrionales de lo que se esperaba, incluso en Kabul. También se han dado casos de miembros de las fuerzas afganas que han vuelto sus armas contra las tropas de la coalición (60 muertos al menos por esta causa).

Aunque muchos afganos temen la vuelta de los talibanes, un número creciente está irritado contra las fuerzas extranjeras, y muy especialmente norteamericanas, por el creciente número de civiles muertos, y a veces maltratados, y por una serie de actos estúpidos de soldados estadounidenses que herían la dignidad y el espíritu religioso de los afganos y que han saltado a la publicidad. Cosas de este tipo también sucedieron en Vietnam.

A partir del verano de 2011 se ha comenzado a ceder el control de zonas importantes al ejército y a la policía afganos, aunque sigue viva la preocupación por sus altos niveles de corrupción e incompetencia. El susodicho ejército se compone de unos 185.000 hombres entrenados y otros tantos de la policía, con mucho menor entrenamiento.

Queda además la duda acerca de si estos niveles de tropa se mantendrán cuando se reduzca el apoyo financiero occidental después de 2014, y muchos observadores se preguntan cómo reaccionarían, sin ayuda de la OTAN, ante un ataque masivo talibán, aunque no parece que éstos cuenten con más de 20.000 hombres.

Fuentes en principio autorizadas opinan que, pasada esa fecha, el país seguirá siendo desesperadamente pobre y con una corrupción extensa. Los talibanes seguirán sin ser derrotados, si bien parece poco probable que puedan constituir una amenaza de mayor cuantía para el gobierno, en términos, por ejemplo, de tomar la capital. El Este seguirá siendo tan ingobernable como siempre lo fue, existiendo alguna posibilidad de un acuerdo con los insurgentes en las provincias más occidentales de Helman y Kandahar.


Frente a esta previsión, que se podría llamar optimista, es inevitable que las declaraciones de Obama recuerden a las de Nixon sobre Vietnam del Sur en 1972.



domingo, 17 de febrero de 2013

DUBAI. OMÁN.



DUBAI


Es uno de los Emiratos Árabes Unidos, el más conocido por su capital y el segundo en extensión, después de Abu Dhabi. Cuenta con una superficie de 4.114 Km2 y una población de 2.106.177 hab. Situado sobre la costa del Golfo Pérsico, se halla entre los emiratos de Abu Dhabi, al O, y Sharjah, al E.

En su práctica totalidad es desierto, que en el SE se eleva en las secas montañas de Hajar, las cuales llegan a alcanzar los 1.300 m de altura. No existen ríos permanentes.
 
Dubai es en estos momentos el destino preferente del Golfo Pérsico. Contra lo que a menudo se cree, nunca contó con grandes reservas de crudo, que en la actualidad están además casi agotadas.

Sin embargo, gobernado en las últimas décadas por emires con gran visión de futuro (y muy liberales para lo que es habitual en la zona), ha derivado con audacia al sector terciario y se ha convertido en un enclave que puede considerarse como una ‘ciudad del futuro’, meca para miles de trabajadores de países asiáticos y también para ejecutivos occidentales que se trasladan allí para enrolarse en las más diversas empresas multinacionales con sustanciosos emolumentos. 


A estas dos avalanchas debe añadirse en los últimos años una tercera, la de los turistas, a los que se les ofrece múltiples polos de atracción, pese a la dureza del calor durante buena parte del año.

El éxito de tal evolución, pese a algún momento de dificultades económicas ya superadas, trae consigo inconvenientes, como la congestión de tráfico, sobre todo en las horas punta. 

Pero existen también otros peligros a medio plazo; por una parte, el logrado futurismo de Dubai ha servido de ejemplo a Abu Dhabi y, muy poco más allá, a Qatar, que han iniciado la tarea, con proyectos alucinantes, de igualarlo y superarlo, contando ambos con unas cuantiosas reservas petrolíferas de que Dubai carece.

Lo antedicho enlaza con el segundo problema: una ciudad con ese nivel tecnológico, y con ese clima, exige cantidades astronómicas de energía, no olvidando nunca la necesaria para la climatización de enormes espacios; y, cuando se agote el petróleo dentro de muy poco, habrá de ser sufragada por otros medios.

El desafío es importante y emocionante, pero no parece arredrar al actual emir, Mohamed ibn  Rasid al Maktum, hombre animoso y activo que sucedió en 2006 a su padre, el emir Maktum, considerado iniciador del camino de prosperidad y liberalización desde 1990.

No hay que olvidar que, en el esquema de organización política de los Emiratos, el emir de Dubai  ostenta el segundo puesto, como Primer Ministro y Jefe del Ejecutivo.

Como pinceladas históricas, mencionaremos sólo que 1833 es un año importante: unos 800 miembros de la tribu Bani Yas, situada más al SO, se escindieron y, al mando de Maktun ibn Tutti, se establecieron en el emplazamiento actual, transformando una pequeña aldea en una ciudad que a finales del XIX ya alcanzaba los 10.000 habitantes. La dinastía así creada sigue gobernando en la actualidad, de manera ilustrada si bien absoluta.

En 1894 se estableció el status de puerto franco, verdadero origen de la prosperidad actual. En 1930, cuando el mercado de las perlas se colapsó, ya era el puerto más grande y próspero de la zona. En 1950 se dragó el canal conocido como Dubai Creek, lo que permitió recalar a buques de mayor calado.

Por supuesto, a lo largo de todo el periodo fue patente la influencia británica, concretada pronto en protectorado, pero se trató de un protectorado poco intrusivo, atento a salvaguardar los intereses fundamentales de la lucha contra los piratas y, en general, del dominio de la ruta hacia la India.

De las cuestiones relacionadas con el nacimiento de una Federación que acabó por llamarse Emiratos Árabes Unidos, nos hemos ocupado ya en otra entrada.

Hay un Dubai ‘antiguo’, en el extremo oriental, formado por los barrios de Deira y Bur Dubai, separados por el Creek. Allí se sitúan los zocos más tradicionales y el urbanismo se asemeja al de tantas otras ciudades árabes, pero sin alcanzar el tipismo y encanto de muchas de ellas. Para conectar uno y otro, gran cantidad de pequeñas barcas tradicionales, llamadas ‘abras’ cruzan el Creek en su zona central por unos pocos dírhems.

El Creek, lleno de vida y tráfico, es uno de los espectáculos más atrayentes de la ciudad. Hoy día, las autoridades han tenido el buen gusto de no permitir la entrada en él sino a los viejos ‘dhows’, pequeños barcos artesanos y tradicionales de madera que siguen cumpliendo su función secular de tráfico con puertos no muy lejanos, principalmente iraníes, al otro lado del Estrecho de Ormuz. El contraste entre estas viejas estampas y los ultramodernos edificios que con frecuencia aparecen en las orillas es llamativo.

Claro que, fuera ya del Canal, se ha construido un modernísimo puerto, uno de los mayores del mundo.

En la costa, al O del puerto, se hallan dos urbanizaciones en forma de palmera sobre terreno ganado al mar. Una de ellas, Palm Jumeirah, está ya totalmente terminada y habitada. En esa zona costera, recorrida por una avenida de 10 Km, se encuentran las residencias de los dubaitíes y expatriados más prósperos. 

Frente a la misma se alza sobre el mar un megaproyecto (aún en construcción y con dificultades técnicas) que ha hecho todavía más famoso a Dubai: ‘The World’, donde sobre islas artificiales se pretende recrear el mapa de los cinco continentes.

También en esa zona se ubica, sobre un islote conectado a tierra por una calzada, uno de los iconos más conocidos de la ciudad: el hotel Burj-al-Arab, de más de 300 m de altura (fue en su momento el más alto del planeta) y que para muchos es el edificio con más belleza del mundo, compitiendo sólo con la Ópera de Sidney; se autoadjudica 7 estrellas, lo cual puede parecer pretencioso, pero el encanto tanto interior como exterior y el excepcional servicio las justifican.

En paralelo a la costa se extiende Jeque Zayed Road, arteria fundamental de la ciudad, donde aparecen muchos de los edificios emblemáticos. Entre ellos destaca, rodeado de un enorme estanque con fuentes luminosas, el que es hoy por hoy el edificio más alto del mundo, el Burj  Jalifa, de 828 m de altura y 160 plantas, con su perfil aguzado que recuerda a un cohete. 

Inaugurado en 2010, las obras (que duraron 6 años) pudieron terminarse gracias al préstamo concedido en 2009, en plena crisis del sector de la construcción, por el emir de Abu Dhabi; el coste total de la obra, en la que trabajaron día y noche unos 13.000 operarios, fue de 1.500 millones de dólares.

En realidad, todo el ensanche  es un conjunto de rascacielos de estilos variados, que constituyen el más interesante conjunto a nivel mundial de la arquitectura de última hora. Aparte del atractivo de sus variados colores (todos suaves) y de sus originales iluminaciones nocturnas, el conjunto no resulta agobiante por no estar concentrado en un solo sector, sino distribuido en diferentes núcleos.

Toda referencia a Dubai resultaría incompleta sin mencionar a sus ‘Malls’. Unos son grandes; otros, enormes, y todos con magnífica y variada decoración. No son únicamente centros comerciales, sino centros de vida social, necesarios en una urbe donde no se ven paseantes por las aceras y donde las temperaturas estivales pueden rondar los 50ºC.

En uno puede aparecer un enorme acuario o una pista de patinaje con un espejo como techo; en otro, un extenso espacio para practicar deportes de nieve, incluso con nevadas de vez en cuando; un tercero está construido y decorado siguiendo cuidadosamente el estilo italiano renacentista…en todos se puede pasear, comer según variadas cocinas, ir al cine y, por supuesto, hacer las más diversas compras, siempre sin impuestos, desde un coche Aston Martin a un teléfono móvil de oro (hay una tienda que sólo vende este artículo). 

Muchos están conectados con lagos, fuentes y zonas peatonales con abundante vegetación (aclimatada, por supuesto, y regada con agua desalinizada, como toda la que se consume  y utiliza en la ciudad).

El turismo es atraído no sólo por la curiosidad, sino también por múltiples actividades propuestas, acontecimientos deportivos (hay, por ejemplo, numerosos campos de golf) y culturales, congresos y estancias cortas entre dos vuelos, pues Dubai es un importante nudo de conexión de líneas aéreas internacionales.

Se trata, en resumen, de una ciudad fascinante, aunque siempre queda la duda de si esa urbe del futuro podrá mantener tal audaz proyecto, muy dependiente de la coyuntura económica global.

En la población del estado se distinguen tres sectores: los dubaitíes (sólo un  17% de la población total), los occidentales con buen status económico (llamados a menudo ‘expatriados’) y los trabajadores orientales. Únicamente los primeros gozan de todos los derechos: participación (muy reducida) en asuntos públicos, acceso al funcionariado civil o militar, cargos directivos de tipo empresarial, asignación de vivienda y una especie de dote al casarse y buen sistema gratuito de sanidad.

Los demás, cualquiera que sea su condición salarial, serán siempre residentes, y también lo serán sus hijos, pues no cabe adquirir la nacionalidad ni por residencia continuada ni por lugar de nacimiento. Sus derechos en cuanto a sanidad y eventualmente vivienda, dependerán del contrato que hayan firmado. Los trabajadores, que aparecen por doquier, tienen sueldos muy variados, no siempre generosos, y tampoco es siempre fácil la reunificación familiar. Entre estos trabajadores predominan los procedentes de la India (53% de la población total), Pakistán, Bangladesh y Filipinas.

El sistema es frecuentemente tachado de injusto, pero al menos produce una consecuencia muy beneficiosa: la seguridad pública es inimaginable en los países occidentales, no habiendo ni siquiera hurtos. La razón es obvia: independientemente de la posible sanción penal, lo inmediato es la expulsión fulminante del territorio, sin contemplaciones, aunque, si hay cualquier asunto de drogas por medio, las consecuencias no se reducen a eso.

La lengua oficial es el árabe, pero lo que más se oye es el inglés, ‘lingua franca’ que los mismos dubaitíes han de utilizar para ir de compras o para hablar en su casa con el servicio.

La religión del estado y de los ciudadanos propiamente dichos, es el islam sunní, pero existe notable tolerancia hacia otros credos, naturalmente muy variados entre los residentes, pudiendo cualquier confesión pedir se les asignen solares para edificar sus templos y dependencias y para llevar a cabo sus actividades, pero con la limitación de estar expresamente prohibido el proselitismo hacia los musulmanes.

Filatélicamente no hay diferencias con los otros emiratos, lo cual quiere decir, como ya resulta de otras entradas, que también Dubai emitió sus propios sellos hasta 1973, si bien no se cuenta entre los varios que en aquellos años se entregaron a una lamentable orgía de emisiones de dudoso gusto.


OMÁN


Antecedentes

A lo largo del periodo previo al nacimiento en 1971 del Sultanato independiente de Omán, el Reino Unido, potencia dominante en la zona, atendió las necesidades postales de la costa NE de la península arábiga, primero utilizando sellos de la India inglesa, y después mediante diversas emisiones (generalmente meras sobrecargas), empleadas también en lugares, como Dubai y Doha, que hoy no forman parte del Sultanato. Distingamos las siguientes etapas:

Mascate. En 1944 se emplean sellos de la India, manteniendo el sistema monetario indio, pero con sobrecarga en árabe.


Mascate, Dubai y Doha. 1948 -1957. Sellos del Reino Unido con indicación de moneda india en sobrecarga. Perdida ya la India, desaparece la corona imperial, sustituida sobre la testa coronada por un adminículo más convencional.


Mascate y Dubai.  1957 – 1961. Análogos a los anteriores, pero con sobrecarga en nuevas piastras.


Mascate y Omán. En 1966, próxima ya la independencia, se emite una serie con nueva moneda.



Sultanato de Omán

Capital: Mascate
Forma de gobierno: Monarquía absoluta
Fecha de independencia (del Reino Unido): octubre de 1971
Superficie: 309.501 Km2 (71º)
Población: 3.090.150 (136º)      Densidad: 9,2 hab/Km2
PIB/cápita: 27.600 $ (49º)
Miembro de: Liga Árabe

Omán, el más antiguo estado independiente del mundo árabe, es uno de los países más tradicionales de la región del Golfo y, hasta los años 70, uno de los más aislados. Ocupando el ángulo SE de la Península Arábiga, tiene una importante posición estratégica, con una costa de cerca de 1.600 Km.

Se distinguen cuatro regiones naturales: la llanura costera; el vasto y llano desierto de Rub al-Jali, uno de los más inhóspitos del mundo, con fronteras no bien determinadas con Arabia Saudí; el Dhofar, al Sur, y finalmente las cadenas montañosas sobre la costa N, las cuales dejan una franja llana donde están ubicadas las principales ciudades. El clima es caliente y seco en el interior, pero húmedo en la costa.

La península de Musandam, de especial valor estratégico al controlar desde el Sur el estrecho de Ormuz, frente al Irán, está separada del resto del país por los Emiratos Árabes Unidos.

Uno de los rasgos característicos del país es la preponderancia de la secta ibadí. Es la única hoy subsistente (en Omán, Zanzíbar y algunos islotes aislados del Magreb) del movimiento jariyí, que, nacido en 1652, tanta importancia tuvo en los primeros tiempos del Islam.

Los ibadíes consideran que la dignidad califal emana de la comunidad, que debe elegir al más digno, ‘aunque sea un esclavo negro’. Defienden asimismo que sin la rectitud en el obrar no existe verdadera fe; el musulmán que se aparta de la ley deja de ser musulmán.

Su rigor en lo que se refiere al cumplimiento de los preceptos del Islam tiene su contrapunto en una gran tolerancia hacia las otras religiones. Por lo demás, entre ellos el imán no es sólo quien dirige la oración pública, sino también un líder religioso.

Los omaníes estuvieron entre los primeros pueblos que aceptaron el Islam, ya hacia el 630. Formaron una comunidad gobernada por un líder elegido, el Imán, y desempeñaron un papel importante en la expansión musulmana tras la muerte de Mahoma, particularmente en el siglo XIX, cuando propagaron el credo islámico a muchas de las regiones de África Oriental y a algunas áreas de África Central, India, Sudeste asiático y China.


Poco después de la llegada a la India de Vasco de Gama en 1498, los portugueses ocuparon Mascate y otros puntos de la costa durante 143 años, construyendo numerosos fortines cuyos restos aún subsisten. Lograron resistir hasta el siglo XVIII, pero después su influencia fue siendo sustituida por la británica

En 1798 se estableció la primera alianza con la Compañía inglesa de las Indias Orientales, consiguiendo una ayuda decisiva para rechazar los intentos de penetración  de los wahabitas de la actual Arabia Saudí.

En realidad, ningún poder extranjero controló nunca la totalidad del territorio. El control colonial se limitó a ciudades costeras, quedando el interior bajo dominio de las tribus. En 1740 la invasión de varias tribus con un líder yemení dio inicio a la línea de sultanes. En 1749 llegó al poder la dinastía al-Said, todavía reinante. Se puede señalar como curiosidad que hoy existen en el mundo sólo dos estados cuyo soberano lleve el título de Sultán: Omán y Brunei.

La expansión omaní  del siglo XIX por la costa oriental africana, hasta Mozambique, incluyó naturalmente la isla de Zanzíbar, rica por el tráfico de especias, pero sobre todo de esclavos. Zanzíbar llegó a constituir de hecho la capital del sultanato, hasta que, en 1856, la disputa entre dos hermanos herederos al trono dio lugar, bajo presión británica, a la partición del estado: Zanzíbar por una parte y Omán por otra.

Un acuerdo de 1891 con Gran Bretaña (reafirmado por otros en 1939 y 1951) convirtió de hecho a Omán en un protectorado británico.

El interior de Omán estaba gobernado por los imanes ibadíes, con autonomía reconocida formalmente por el Sultán; éste sería responsable de los asuntos externos. Las consecuencias de esa dualidad se verían en seguida.

El gobierno del sultán Said ibn Taimur tuvo carácter feudal y aislacionista. En 1954 fue elegido imán Ghalib ibn Ali, y entre ambos se desató la disputa sobre cuál de los dos tenía derecho a otorgar licencias de prospección petrolífera. En 1955 estalló la guerra abierta

En enero de 1959 venció el sultán, con la ayuda de importantes fuerzas británicas de tierra y aire, exilándose el imán Ghalib a Arabia Saudí, desde donde continuó clamando por sus derechos hasta los años 70, mientras en Omán el carácter político del imanato quedaba abolido, dándose paso a la situación actual. La extracción de petróleo comenzó en 1967.

Antes de esta última fecha, había estallado en la región meridional de Dhufar una rebelión de carácter muy diferente: guerrillas del llamado ‘Frente de Liberación Popular’ de Omán, que pretendían deponer al sultán y que estaban activamente apoyadas por la República de Yemen del Sur, entonces decididamente en la órbita soviética, trataban en definitiva de controlar el estrecho de Ormuz y el flujo de petróleo hacia Occidente.

El retrógrado sultán ibn Taimur fue depuesto por su hijo Qaboos en 1970. Éste modernizó el ejército y logró domar la rebelión de Dhufar en 1975, con ayuda de fuerzas británicas, iraníes, jordanas y pakistaníes.

Qaboos abrió el país, emprendió una política de modernización y cambios económicos, y sólo más tarde, en 1997, de tímidas reformas políticas, como extender el derecho de voto a todos los ciudadanos ¡incluidas las mujeres! Bien entendido que los elegidos lo eran y son para un Consejo consultivo, manteniendo el sultán la plenitud de facultades decisorias.

Con ocasión de la llamada ‘primavera árabe’ de 2001, hubo protestas, exigiendo trabajo y reformas políticas, pero no fueron ni de lejos tan graves como en otros estados. Hubo un solo muerto y, aparte de multas, sentencias de prisión entre 12 y 18 meses.

Las dos guerras que sufrió el país entre 1955 y 1975 dieron lugar a la mayor falsificación filatélica que se conoce. Cuando el imán Ghalib, derrotado, se refugió en Arabia Saudí, sus seguidores comenzaron una campaña en varias capitales árabes a favor del ‘Estado de Omán’, con diversos grados de apoyo de los gobiernos de la región. 

A partir de 1967, un desaprensivo pero eficiente sujeto denominado Yusef Salim Tadros comenzó a imprimir sellos para los partidarios del imán, con la denominación ‘State of Oman’. Irak, Jordania y Siria permitieron la circulación de correo con tales sellos. A fines de los 60, Tadros ideó la emisión de sellos para los rebeldes de la región de Dhufar, también con la leyenda 'Estado de Omán'; la primera serie la realizó la empresa Clive Feigerbaum, de Londres, bajo las directivas de Tadros, en 1971. Dada la resonancia internacional del conflicto, Tadros pudo comercializar en el mercado mundial los sellos emitidos, logrando incluso que el gobierno de Siria los admitiera como válidos (circularon entre marzo y junio de 1972).



La cosa no quedo ahí.  Aunque, como hemos visto, la rebelión fue aplastada en 1975, Tadros y Feigerman continuaron emitiendo sellos ‘de fantasía’ hasta por lo menos 1986, los cuales han tenido gran difusión entre coleccionistas y vendedores de buena fe.

Resumiendo todo lo dicho: los sellos en que se lee ‘Sultanate of Oman’ son auténticos; aquéllos en que se lee ‘State of Oman’ son falsos de toda falsedad. Sin embargo, nos ha parecido interesante incluir varios como curiosidad. 

El estado de que nos ocupamos tiene una economía de ingresos medios fuertemente dependiente de recursos petrolíferos menguantes.

Poco se puede contar con el sector agropecuario: la tierra arable supone un 0,12%, y la irrigada alcanza únicamente 590 Km2. La contribución al PIB es de un 1,5%. Los productos son dátiles, cítricos, bananas, alfalfa, camellos y otro ganado, y pesca.

Por la disminución del petróleo y por el rápido crecimiento de la fuerza de trabajo, se ha lanzado un plan de desarrollo enfocado hacia la diversificación, industrialización y privatización, tratando de reducir la contribución del petróleo al PIB hasta un 9% en 2020. Se trata también de reducir el porcentaje de mano de obra extranjera, que Omán ha venido utilizando aunque en mucha menor medida que otros estados vecinos.


En los últimos años se ha hecho hincapié en la atracción del turismo, hecho bastante novedoso en la historia del país. Se trata de promocionar una imagen de nación poco sofisticada y con valores mejor conservados y más auténticos. Pero lo tienen difícil: no es un país barato, las infraestructuras son aún deficientes y el interés histórico- artístico o paisajístico es limitado.

Las relaciones estrechas se tienen ahora con EE.UU. más que con Gran Bretaña. Pero Omán insiste en mantener igualmente buenas relaciones con Irán, lo que le acarrea duras presiones norteamericanas.

Curiosamente y según datos de 2005, es el primer país del mundo en porcentaje del PIB dedicado a gastos militares: 11,4% (como término de comparación, España 1,2%, 116º). Volviendo a lo anecdótico, sólo el ejército omaní cuenta con una banda militar de gaiteros montados sobre camellos.

El grupo étnico predominante es el árabe, con una minoría de baluchis. Los trabajadores extranjeros (unos 600.000) provienen predominantemente de la India, Pakistán, Sri Lanka, Bangladesh y África. El 50º de la población vive en Mascate y en la vecina llanura costera.

El árabe es el idioma oficial.  El 75% son ibadíes  (religión oficial) y el 24%, sunníes. Entre los trabajadores extranjeros  hay más de 50 grupos cristianos.

La esperanza de vida es 74,47 años; la tasa de fertilidad, 2,87 hijos/mujer; la tasa de alfabetización, 81,4%.