DUBAI
Es uno de los Emiratos Árabes Unidos, el más
conocido por su capital y el segundo en extensión, después de Abu Dhabi. Cuenta
con una superficie de 4.114 Km2 y una población de 2.106.177 hab. Situado sobre
la costa del Golfo Pérsico, se halla entre los emiratos de Abu Dhabi, al O, y
Sharjah, al E.
En su práctica totalidad es desierto, que en
el SE se eleva en las secas montañas de Hajar, las cuales llegan a alcanzar los
1.300 m de altura. No existen ríos permanentes.
Dubai es en estos momentos el destino
preferente del Golfo Pérsico. Contra lo que a menudo se cree, nunca contó con
grandes reservas de crudo, que en la actualidad están además casi agotadas.
Sin embargo, gobernado en las últimas décadas por emires con gran visión de futuro (y
muy liberales para lo que es habitual en la zona), ha derivado con audacia al
sector terciario y se ha convertido en un enclave que puede considerarse como
una ‘ciudad del futuro’, meca para miles de trabajadores de países asiáticos y
también para ejecutivos occidentales que se trasladan allí para enrolarse en
las más diversas empresas multinacionales con sustanciosos emolumentos.
A estas
dos avalanchas debe añadirse en los últimos años una tercera, la de los
turistas, a los que se les ofrece múltiples polos de atracción, pese a la
dureza del calor durante buena parte del año.
El éxito de tal evolución, pese a algún
momento de dificultades económicas ya superadas, trae consigo inconvenientes,
como la congestión de tráfico, sobre todo en las horas punta.
Pero existen
también otros peligros a medio plazo; por una parte, el logrado futurismo de
Dubai ha servido de ejemplo a Abu Dhabi y, muy poco más allá, a Qatar, que han
iniciado la tarea, con proyectos alucinantes, de igualarlo y superarlo, contando
ambos con unas cuantiosas reservas petrolíferas de que Dubai carece.
Lo antedicho enlaza con el segundo problema:
una ciudad con ese nivel tecnológico, y con ese clima, exige cantidades
astronómicas de energía, no olvidando nunca la necesaria para la climatización
de enormes espacios; y, cuando se agote el petróleo dentro de muy poco, habrá
de ser sufragada por otros medios.
El desafío es importante y emocionante, pero
no parece arredrar al actual emir, Mohamed ibn
Rasid al Maktum, hombre animoso y activo que sucedió en 2006 a su padre,
el emir Maktum, considerado iniciador del camino de prosperidad y
liberalización desde 1990.
No hay que olvidar que, en el esquema de
organización política de los Emiratos, el emir de Dubai ostenta el segundo puesto, como Primer
Ministro y Jefe del Ejecutivo.
Como pinceladas históricas, mencionaremos
sólo que 1833 es un año importante: unos 800 miembros de la tribu Bani Yas,
situada más al SO, se escindieron y, al mando de Maktun ibn Tutti, se
establecieron en el emplazamiento actual, transformando una pequeña aldea en
una ciudad que a finales del XIX ya alcanzaba los 10.000 habitantes. La
dinastía así creada sigue gobernando en la actualidad, de manera ilustrada si
bien absoluta.
En 1894 se estableció el status de puerto
franco, verdadero origen de la prosperidad actual. En 1930, cuando el mercado
de las perlas se colapsó, ya era el puerto más grande y próspero de la zona. En
1950 se dragó el canal conocido como Dubai Creek, lo que permitió recalar a
buques de mayor calado.
Por supuesto, a lo largo de todo el periodo
fue patente la influencia británica, concretada pronto en protectorado, pero se
trató de un protectorado poco intrusivo, atento a salvaguardar los intereses
fundamentales de la lucha contra los piratas y, en general, del dominio de la
ruta hacia la India.
De las cuestiones relacionadas con el
nacimiento de una Federación que acabó por llamarse Emiratos Árabes Unidos, nos
hemos ocupado ya en otra entrada.
Hay un Dubai ‘antiguo’, en el extremo
oriental, formado por los barrios de Deira y Bur Dubai, separados por el Creek.
Allí se sitúan los zocos más tradicionales y el urbanismo se asemeja al de
tantas otras ciudades árabes, pero sin alcanzar el tipismo y encanto de muchas
de ellas. Para conectar uno y otro, gran cantidad de pequeñas barcas tradicionales,
llamadas ‘abras’ cruzan el Creek en su zona central por unos pocos dírhems.
El Creek, lleno de vida y tráfico, es uno de
los espectáculos más atrayentes de la ciudad. Hoy día, las autoridades han
tenido el buen gusto de no permitir la entrada en él sino a los viejos ‘dhows’,
pequeños barcos artesanos y tradicionales de madera que siguen cumpliendo su
función secular de tráfico con puertos no muy lejanos, principalmente iraníes,
al otro lado del Estrecho de Ormuz. El contraste entre estas viejas estampas y
los ultramodernos edificios que con frecuencia aparecen en las orillas es
llamativo.
Claro que, fuera ya del Canal, se ha
construido un modernísimo puerto, uno de los mayores del mundo.
En la costa, al O del puerto, se hallan dos
urbanizaciones en forma de palmera sobre terreno ganado al mar. Una de ellas,
Palm Jumeirah, está ya totalmente terminada y habitada. En esa zona costera,
recorrida por una avenida de 10 Km, se encuentran las residencias de los
dubaitíes y expatriados más prósperos.
Frente a la misma se alza sobre el mar
un megaproyecto (aún en construcción y con dificultades técnicas) que ha hecho
todavía más famoso a Dubai: ‘The World’, donde sobre islas artificiales se
pretende recrear el mapa de los cinco continentes.
También en esa zona se ubica, sobre un islote
conectado a tierra por una calzada, uno de los iconos más conocidos de la
ciudad: el hotel Burj-al-Arab, de más de 300 m de altura (fue en su momento el
más alto del planeta) y que para muchos es el edificio con más belleza del mundo,
compitiendo sólo con la Ópera de Sidney; se autoadjudica 7 estrellas, lo cual
puede parecer pretencioso, pero el encanto tanto interior como exterior y el
excepcional servicio las justifican.
En paralelo a la costa se extiende Jeque
Zayed Road, arteria fundamental de la ciudad, donde aparecen muchos de los
edificios emblemáticos. Entre ellos destaca, rodeado de un enorme estanque con
fuentes luminosas, el que es hoy por hoy el edificio más alto del mundo, el
Burj Jalifa, de 828 m de altura y 160
plantas, con su perfil aguzado que recuerda a un cohete.
Inaugurado en 2010,
las obras (que duraron 6 años) pudieron terminarse gracias al préstamo
concedido en 2009, en plena crisis del sector de la construcción, por el emir
de Abu Dhabi; el coste total de la obra, en la que trabajaron día y noche unos
13.000 operarios, fue de 1.500 millones de dólares.
En realidad, todo el ensanche es un conjunto de rascacielos de estilos
variados, que constituyen el más interesante conjunto a nivel mundial de la
arquitectura de última hora. Aparte del atractivo de sus variados colores
(todos suaves) y de sus originales iluminaciones nocturnas, el conjunto no
resulta agobiante por no estar concentrado en un solo sector, sino distribuido
en diferentes núcleos.
Toda referencia a Dubai resultaría incompleta
sin mencionar a sus ‘Malls’. Unos son grandes; otros, enormes, y todos con
magnífica y variada decoración. No son únicamente centros comerciales, sino
centros de vida social, necesarios en una urbe donde no se ven paseantes por
las aceras y donde las temperaturas estivales pueden rondar los 50ºC.
En uno puede aparecer un enorme acuario o una
pista de patinaje con un espejo como techo; en otro, un extenso espacio para
practicar deportes de nieve, incluso con nevadas de vez en cuando; un tercero
está construido y decorado siguiendo cuidadosamente el estilo italiano
renacentista…en todos se puede pasear, comer según variadas cocinas, ir al cine
y, por supuesto, hacer las más diversas compras, siempre sin impuestos, desde
un coche Aston Martin a un teléfono móvil de oro (hay una tienda que sólo vende
este artículo).
Muchos están conectados con lagos, fuentes y zonas peatonales
con abundante vegetación (aclimatada, por supuesto, y regada con agua
desalinizada, como toda la que se consume
y utiliza en la ciudad).
El turismo es atraído no sólo por la
curiosidad, sino también por múltiples actividades propuestas, acontecimientos
deportivos (hay, por ejemplo, numerosos campos de golf) y culturales, congresos
y estancias cortas entre dos vuelos, pues Dubai es un importante nudo de
conexión de líneas aéreas internacionales.
Se trata, en resumen, de una ciudad
fascinante, aunque siempre queda la duda de si esa urbe del futuro podrá mantener
tal audaz proyecto, muy dependiente de la coyuntura económica global.
En la población del estado se distinguen tres
sectores: los dubaitíes (sólo un 17% de
la población total), los occidentales con buen status económico (llamados a
menudo ‘expatriados’) y los trabajadores orientales. Únicamente los primeros
gozan de todos los derechos: participación (muy reducida) en asuntos públicos,
acceso al funcionariado civil o militar, cargos directivos de tipo empresarial,
asignación de vivienda y una especie de dote al casarse y buen sistema gratuito
de sanidad.
Los demás, cualquiera que sea su condición
salarial, serán siempre residentes, y también lo serán sus hijos, pues no cabe
adquirir la nacionalidad ni por residencia continuada ni por lugar de
nacimiento. Sus derechos en cuanto a sanidad y eventualmente vivienda,
dependerán del contrato que hayan firmado. Los trabajadores, que aparecen por
doquier, tienen sueldos muy variados, no siempre generosos, y tampoco es
siempre fácil la reunificación familiar. Entre estos trabajadores predominan
los procedentes de la India (53% de la población total), Pakistán, Bangladesh y
Filipinas.
El sistema es frecuentemente tachado de
injusto, pero al menos produce una consecuencia muy beneficiosa: la seguridad
pública es inimaginable en los países occidentales, no habiendo ni siquiera
hurtos. La razón es obvia: independientemente de la posible sanción penal, lo
inmediato es la expulsión fulminante del territorio, sin contemplaciones,
aunque, si hay cualquier asunto de drogas por medio, las consecuencias no se
reducen a eso.
La lengua oficial es el árabe, pero lo que
más se oye es el inglés, ‘lingua franca’ que los mismos dubaitíes han de
utilizar para ir de compras o para hablar en su casa con el servicio.
La religión del estado y de los ciudadanos
propiamente dichos, es el islam sunní, pero existe notable tolerancia hacia
otros credos, naturalmente muy variados entre los residentes, pudiendo
cualquier confesión pedir se les asignen solares para edificar sus templos y
dependencias y para llevar a cabo sus actividades, pero con la limitación de
estar expresamente prohibido el proselitismo hacia los musulmanes.
Filatélicamente no hay diferencias con los
otros emiratos, lo cual quiere decir, como ya resulta de otras entradas, que también
Dubai emitió sus propios sellos hasta 1973, si bien no se cuenta entre los
varios que en aquellos años se entregaron a una lamentable orgía de emisiones
de dudoso gusto.
OMÁN
Antecedentes
A lo largo del periodo previo al nacimiento
en 1971 del Sultanato independiente de Omán, el Reino Unido, potencia dominante
en la zona, atendió las necesidades postales de la costa NE de la península
arábiga, primero utilizando sellos de la India inglesa, y después mediante
diversas emisiones (generalmente meras sobrecargas), empleadas también en
lugares, como Dubai y Doha, que hoy no forman parte del Sultanato. Distingamos
las siguientes etapas:
Mascate. En 1944 se emplean sellos de la
India, manteniendo el sistema monetario indio, pero con sobrecarga en árabe.
Mascate, Dubai y Doha. 1948 -1957. Sellos del
Reino Unido con indicación de moneda india en sobrecarga. Perdida ya la India,
desaparece la corona imperial, sustituida sobre la testa coronada por un
adminículo más convencional.
Mascate y Dubai. 1957 – 1961. Análogos a los anteriores, pero
con sobrecarga en nuevas piastras.
Mascate y Omán. En 1966, próxima ya la
independencia, se emite una serie con nueva moneda.
Sultanato de Omán
Capital: Mascate
Forma de gobierno: Monarquía absoluta
Fecha de independencia (del Reino Unido):
octubre de 1971
Superficie: 309.501 Km2 (71º)
Población: 3.090.150 (136º) Densidad: 9,2 hab/Km2
PIB/cápita: 27.600 $ (49º)
Miembro de: Liga Árabe
Omán, el más antiguo estado independiente del
mundo árabe, es uno de los países más tradicionales de la región del Golfo y,
hasta los años 70, uno de los más aislados. Ocupando el ángulo SE de la
Península Arábiga, tiene una importante posición estratégica, con una costa de
cerca de 1.600 Km.
Se distinguen cuatro regiones naturales: la
llanura costera; el vasto y llano desierto de Rub al-Jali, uno de los más
inhóspitos del mundo, con fronteras no bien determinadas con Arabia Saudí; el
Dhofar, al Sur, y finalmente las cadenas montañosas sobre la costa N, las
cuales dejan una franja llana donde están ubicadas las principales ciudades. El
clima es caliente y seco en el interior, pero húmedo en la costa.
La península de Musandam, de especial valor
estratégico al controlar desde el Sur el estrecho de Ormuz, frente al Irán,
está separada del resto del país por los Emiratos Árabes Unidos.
Uno de los rasgos característicos del país es
la preponderancia de la secta ibadí. Es la única hoy subsistente (en Omán,
Zanzíbar y algunos islotes aislados del Magreb) del movimiento jariyí, que,
nacido en 1652, tanta importancia tuvo en los primeros tiempos del Islam.
Los ibadíes consideran que la dignidad
califal emana de la comunidad, que debe elegir al más digno, ‘aunque sea un
esclavo negro’. Defienden asimismo que sin la rectitud en el obrar no existe
verdadera fe; el musulmán que se aparta de la ley deja de ser musulmán.
Su rigor en lo que se refiere al cumplimiento
de los preceptos del Islam tiene su contrapunto en una gran tolerancia hacia
las otras religiones. Por lo demás, entre ellos el imán no es sólo quien dirige
la oración pública, sino también un líder religioso.
Los omaníes estuvieron entre los primeros
pueblos que aceptaron el Islam, ya hacia el 630. Formaron una comunidad
gobernada por un líder elegido, el Imán, y desempeñaron un papel importante en
la expansión musulmana tras la muerte de Mahoma, particularmente en el siglo
XIX, cuando propagaron el credo islámico a muchas de las regiones de África
Oriental y a algunas áreas de África Central, India, Sudeste asiático y China.
Poco después de la llegada a la India de
Vasco de Gama en 1498, los portugueses ocuparon Mascate y otros puntos de la
costa durante 143 años, construyendo numerosos fortines cuyos restos aún
subsisten. Lograron resistir hasta el siglo XVIII, pero después su influencia
fue siendo sustituida por la británica.
En 1798 se estableció la primera
alianza con la Compañía inglesa de las Indias Orientales, consiguiendo una
ayuda decisiva para rechazar los intentos de penetración de los wahabitas de la actual Arabia Saudí.
En realidad, ningún poder extranjero controló
nunca la totalidad del territorio. El control colonial se limitó a ciudades
costeras, quedando el interior bajo dominio de las tribus. En 1740 la invasión
de varias tribus con un líder yemení dio inicio a la línea de sultanes. En 1749
llegó al poder la dinastía al-Said, todavía reinante. Se puede señalar como
curiosidad que hoy existen en el mundo sólo dos estados cuyo soberano lleve el
título de Sultán: Omán y Brunei.
La expansión omaní del siglo XIX por la costa oriental africana,
hasta Mozambique, incluyó naturalmente la isla de Zanzíbar, rica por el tráfico
de especias, pero sobre todo de esclavos. Zanzíbar llegó a constituir de hecho
la capital del sultanato, hasta que, en 1856, la disputa entre dos hermanos
herederos al trono dio lugar, bajo presión británica, a la partición del
estado: Zanzíbar por una parte y Omán por otra.
Un acuerdo de 1891 con Gran Bretaña
(reafirmado por otros en 1939 y 1951) convirtió de hecho a Omán en un
protectorado británico.
El interior de Omán estaba gobernado por los
imanes ibadíes, con autonomía reconocida formalmente por el Sultán; éste sería
responsable de los asuntos externos. Las consecuencias de esa dualidad se
verían en seguida.
El gobierno del sultán Said ibn Taimur tuvo
carácter feudal y aislacionista. En 1954 fue elegido imán Ghalib ibn Ali, y
entre ambos se desató la disputa sobre cuál de los dos tenía derecho a otorgar
licencias de prospección petrolífera. En 1955 estalló la guerra abierta.
En
enero de 1959 venció el sultán, con la ayuda de importantes fuerzas británicas
de tierra y aire, exilándose el imán Ghalib a Arabia Saudí, desde donde
continuó clamando por sus derechos hasta los años 70, mientras en Omán el
carácter político del imanato quedaba abolido, dándose paso a la situación
actual. La extracción de petróleo comenzó en 1967.
Antes de esta última fecha, había estallado
en la región meridional de Dhufar una rebelión de carácter muy diferente:
guerrillas del llamado ‘Frente de Liberación Popular’ de Omán, que pretendían deponer
al sultán y que estaban activamente apoyadas por la República de Yemen del Sur,
entonces decididamente en la órbita soviética, trataban en definitiva de
controlar el estrecho de Ormuz y el flujo de petróleo hacia Occidente.
El retrógrado sultán ibn Taimur fue depuesto
por su hijo Qaboos en 1970. Éste modernizó el ejército y logró domar la
rebelión de Dhufar en 1975, con ayuda de fuerzas británicas, iraníes, jordanas
y pakistaníes.
Qaboos abrió el país, emprendió una política
de modernización y cambios económicos, y sólo más tarde, en 1997, de tímidas
reformas políticas, como extender el derecho de voto a todos los ciudadanos
¡incluidas las mujeres! Bien entendido que los elegidos lo eran y son para un
Consejo consultivo, manteniendo el sultán la plenitud de facultades decisorias.
Con ocasión de la llamada ‘primavera árabe’
de 2001, hubo protestas, exigiendo trabajo y reformas políticas, pero no fueron
ni de lejos tan graves como en otros estados. Hubo un solo muerto y, aparte de
multas, sentencias de prisión entre 12 y 18 meses.
Las dos guerras que sufrió el país entre 1955
y 1975 dieron lugar a la mayor falsificación filatélica que se conoce. Cuando
el imán Ghalib, derrotado, se refugió en Arabia Saudí, sus seguidores
comenzaron una campaña en varias capitales árabes a favor del ‘Estado de Omán’,
con diversos grados de apoyo de los gobiernos de la región.
A partir de 1967,
un desaprensivo pero eficiente sujeto denominado Yusef Salim Tadros comenzó a
imprimir sellos para los partidarios del imán, con la denominación ‘State of
Oman’. Irak, Jordania y Siria permitieron la circulación de correo con tales
sellos. A fines de los 60, Tadros ideó la emisión de sellos para los rebeldes de la región de Dhufar, también con la leyenda 'Estado de Omán'; la primera serie la realizó la empresa Clive Feigerbaum, de Londres, bajo las directivas de Tadros, en 1971. Dada la resonancia internacional del conflicto, Tadros pudo comercializar en el mercado mundial los sellos emitidos, logrando incluso que el gobierno de Siria los admitiera como válidos (circularon entre marzo y junio de 1972).
La cosa no quedo ahí. Aunque, como hemos visto, la rebelión fue
aplastada en 1975, Tadros y Feigerman continuaron emitiendo sellos ‘de
fantasía’ hasta por lo menos 1986, los cuales han tenido gran difusión entre
coleccionistas y vendedores de buena fe.
Resumiendo todo lo dicho: los sellos en que
se lee ‘Sultanate of Oman’ son auténticos; aquéllos en que se lee ‘State of
Oman’ son falsos de toda falsedad. Sin embargo, nos ha parecido interesante
incluir varios como curiosidad.
El estado de que nos ocupamos tiene una economía de ingresos medios fuertemente dependiente de recursos petrolíferos menguantes.
Poco se puede contar con el sector
agropecuario: la tierra arable supone un 0,12%, y la irrigada alcanza
únicamente 590 Km2. La contribución al PIB es de un 1,5%. Los productos son
dátiles, cítricos, bananas, alfalfa, camellos y otro ganado, y pesca.
Por la disminución del petróleo y por el
rápido crecimiento de la fuerza de trabajo, se ha lanzado un plan de desarrollo
enfocado hacia la diversificación, industrialización y privatización, tratando
de reducir la contribución del petróleo al PIB hasta un 9% en 2020. Se trata
también de reducir el porcentaje de mano de obra extranjera, que Omán ha venido
utilizando aunque en mucha menor medida que otros estados vecinos.
En los últimos años se ha hecho hincapié en
la atracción del turismo, hecho bastante novedoso en la historia del país. Se
trata de promocionar una imagen de nación poco sofisticada y con valores mejor
conservados y más auténticos. Pero lo tienen difícil: no es un país barato, las
infraestructuras son aún deficientes y el interés histórico- artístico o
paisajístico es limitado.
Las relaciones estrechas se tienen ahora con
EE.UU. más que con Gran Bretaña. Pero Omán insiste en mantener igualmente
buenas relaciones con Irán, lo que le acarrea duras presiones norteamericanas.
Curiosamente y según datos de 2005, es el
primer país del mundo en porcentaje del PIB dedicado a gastos militares: 11,4%
(como término de comparación, España 1,2%, 116º). Volviendo a lo anecdótico,
sólo el ejército omaní cuenta con una banda militar de gaiteros montados sobre
camellos.
El grupo étnico predominante es el árabe, con
una minoría de baluchis. Los trabajadores extranjeros (unos 600.000) provienen
predominantemente de la India, Pakistán, Sri Lanka, Bangladesh y África. El 50º
de la población vive en Mascate y en la vecina llanura costera.
El árabe es el idioma oficial. El 75% son ibadíes (religión oficial) y el 24%, sunníes. Entre
los trabajadores extranjeros hay más de
50 grupos cristianos.
La esperanza de vida es 74,47 años; la tasa
de fertilidad, 2,87 hijos/mujer; la tasa de alfabetización, 81,4%.
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