lunes, 24 de octubre de 2016

HUNGRÍA




HUNGRÍA   Europa Central.



Capital: Budapest 
Forma de gobierno: República parlamentaria
Superficie: 93.030 Km2 (110º)
Población: 9.874.784 (91º)
Densidad: 106 hab/Km2 
PIB per cápita: 26.200$ (71º) 
Miembro de: Unión Europea, OTAN, OCDE 
Hablamos de un país de Europa Central desprovisto de costas. Su importancia es mayor de lo que podría sugerir su limitada extensión actual, y ello tanto por su historia como por sus aportaciones a la cultura europea, así como por su acusada personalidad y robusto espíritu nacional.
Durante el Imperio romano, el territorio de la actual Hungría formó parte de las provincias de Panonia y Dacia; cerca de Budapest se hallan las ruinas de la ciudad de Aquincum. 


Al caer Roma en el siglo V, la zona fue ocupada por diversos pueblos, constituyó el trampolín para la aventura del huno Atila (sin que tenga fundamento serio la leyenda de ser los húngaros descendientes lejanos  de los hunos) y para el avance sobre Italia de ostrogodos primero y lombardos más tarde. Después fue base para las correrías de los ávaros, pueblo nómada procedente de las estepas al norte del Mar Negro, hasta que fueron sometidos por Carlomagno.
En resumen, no hubo en la llanura panonia una estructura política mínimamente coherente hasta que llegaron los magiares en el 896. Pertenecientes al grupo fino-ugrio, se desplazaron desde la zona sita entre el Volga y los Urales. Formaban una federación de tribus llamada On-Ogur (Diez Flechas), que dio origen al nombre ‘húngaro’, de donde deriva Hungría.
Llegaron en un momento inoportuno para la Cristiandad occidental, asediada desde el Sur por los musulmanes y desde el Norte y Oeste por los vikingos. A esto se sumaron .las correrías magiares por Europa central y norte de Italia. Del aspecto, ciertamente poco tranquilizador, que debían ofrecer los nuevos vecinos, puede dar una idea el conjunto de estatuas ecuestres en bronce, de gran tamaño y bastante impactantes, que forman parte del ‘Monumento a los Héroes’, erigido en Budapest con ocasión del milenario de 1896.
Correspondió al emperador germánico Otón I infligir a los húngaros, ya antes unificados bajo un jefe único, Árpad, una derrota total y definitiva el 955 a orillas del río Lech, en el sur de Baviera. Como por los mismos años los musulmanes son contenidos y los vikingos asimilados, es por entonces, en el último tercio del siglo X y contra lo que creen los difusores del mito milenarista, cuando Europa Occidental respira y empieza su reconstrucción y paulatino desarrollo.
El tataranieto de Árpad fue Esteban I (1000- 1038), nacido como pagano y después bautizado. Sabía que si su nación quería sobrevivir debía ser reconocida como un reino cristiano y tutelada por el Papa. Así, coronado rey de Hungría, comenzó la lucha contra el paganismo con métodos muy expeditivos pero muy convincentes; tanto, que los magiares quedaron asimilados con mayor rapidez que los escandinavos. Canonizado, es el patrón de Hungría. 


Ferviente defensor del Cristianismo fue Ladislao I (1077- 1095), canonizado asimismo en 1192; además de consolidar el poder real y la situación interna del reino, anexionó a éste Croacia y Dalmacia.
La Casa de Árpad se extinguió en 1301. Bajo los reyes de la dinastía franco-angevina y luego bajo Segismundo de Luxemburgo, comenzó una época floreciente en que Hungría pasó a ser la mayor proveedora de oro y plata de la época, dominó militar y comercialmente su entorno y se impulsaron el arte y la cultura; pero ya desde 1396 se perfila la amenaza de los turcos, contra los que obtendrá notables victorias Juan Hunyadi.
El hijo de éste, Matías Corvino (1458- 1490), llamado así por el cuervo que figuraba en su escudo de armas, protagonizó un periodo brillante. Llegó a  anexionarse Moravia, Bohemia, Silesia y parte de Austria (aunque estos territorios debieron ser devueltos en el reinado siguiente), fue uno de los más notorios mecenas del Renacimiento y prosiguió, de momento con éxito, la lucha contra los turcos.
Sin embargo, la situación dio un vuelco cuando, en 1526. El rey Luis II fue derrotado y muerto en la batalla de Mohács por los otomanos, los cuales tomaron Buda, a orillas del Danubio, y ocuparon la mayor parte de Hungría. En la zona que quedó libre, el Noroeste, la nobleza ofreció la corona magiar a Fernando, hermano del Emperador Carlos V. De esta forma comenzó la vinculación de Hungría con la Casa de Habsburgo, que duraría casi 400 años.
Pocos aspectos positivos se pueden citar del periodo otomano, salvo el acondicionamiento de baños termales en Buda, que siguen constituyendo hoy el orgullo de la ciudad. Por otra parte, crearon el Principado de Transilvania, dotado de mayor autonomía. 


Es en el siglo XVI cuando penetran en el Reino de Hungría y en Transilvania las corrientes protestantes, que siempre fueron minoritarias por el vigor de la Contrarreforma posterior.


A finales del s. XVII cambian las tornas. Tras el fracaso turco al tener que levantar en 1683 el asedio de Viena, el ejército de Leopoldo I de Austria se pone en movimiento. Buda es liberada en 1686 y a continuación el resto de Hungría. Los otomanos se repliegan al Este, a Transilvania, que también es conquistada e incorporada a lo que todavía se llama Sacro Imperio.


Hay una pausa cuando, coincidiendo con los apuros austriacos debidos a la Guerra de Sucesión de España, Rákóczi, a la cabeza de un sector de nobles húngaros opuestos a los Habsburgo, monta una especie de guerra de independencia húngara, pero en 1711 el problema queda solucionado, al menos de momento, y el avance contra los turcos puede continuar. 


Continuará de hecho hasta 1718, cuando el emperador Carlos VI (el que había sido pretendiente sin éxito al trono español) impondrá al sultán el Tratado de Passarowitz, retirándose definitivamente los turcos de territorios (incluyendo una porción de lo que mucho más tarde se llamará Yugoslavia) que habían ocupado durante 164 años. Después de esto, la Asamblea húngara y la transilvana reconocen como soberano al emperador austriaco.

Para los turcos se inicia una etapa de decadencia y descomposición que acabará con el Sultanato a poco de terminar la Primera Guerra Mundial.

Para otros detalles sobre la época, consúltese la entrada ‘Austria 1’.


En la primera mitad del s. XIX, Hungría (incluyendo Transilvania) experimentó una intensa modernización, impulsada en realidad más por su propia aristocracia que por Viena. Entonces vino la Revolución de 1848, que, en la zona de que nos ocupamos, supuso un levantamiento general de los húngaros de claro signo nacionalista. Fue un momento de peligro para el ya para entonces llamado Imperio de Austria. El nuevo emperador Francisco José, una vez sofocada la rebelión en la misma Viena, necesitó incluso el apoyo de un cuerpo de ejército ruso para domeñar Hungría.


De nuevo todo el territorio fue gobernado desde Viena, pero era evidente el peligro de nuevas crisis. Téngase en cuenta además que la estructura socioeconómica se iba diferenciando entre las dos mitades. Frente a la modernización y crecimiento de las clases medias en la occidental, en Hungría y Transilvania seguía predominando la agricultura y la poderosa nobleza terrateniente.
No es de extrañar por tanto que, en 1867, cuando el imperio se vio debilitado por su derrota en la guerra austroprusiana, se llegara al ‘Ausgleich’ (puede traducirse por ‘equiparación’); esto es, al establecimiento de la Monarquía Dual, conocida como Imperio Austrohúngaro, con dos piezas básicas: en Austria (con su capital en Viena), el monarca era Emperador.

En Budapest era Rey de Hungría. Otros sectores, habitados por eslavos del norte o del sur, polacos, ucranianos o italianos, eran gobernados por una o por otra, pues había dos gobiernos, dos parlamentos y dos estructuras administrativas, estando unificados sólo algunos sectores clave, como las relaciones exteriores.

Al gobierno húngaro le correspondió la administración y control de Eslovaquia, Croacia, el Banato y, por supuesto, Transilvania (ver mapa adjunto).

Los primeros sellos privativos del Reino de Hungría datan de 1871.

Hagamos un pequeño inciso, puesto que acabamos de mencionar Budapest. A lo largo de los siglos, frente a la vieja ciudad de Buda, situada en las colinas que se alargan en la ribera derecha del Danubio, fue creciendo la ciudad de Pest en las tierras llanas del margen izquierdo. Pues bien, es en 1873 cuando son legalmente unidas, naciendo Budapest, una muy bella ciudad, como capital del Reino.


El sistema dual descrito fue un remedio y funcionó, pero no bien. Fueron frecuentes los crujidos y chirridos de dos administraciones yuxtapuestas, y las exigencias de la minoría nacionalista magiar fueron a veces pintorescas, como en la crisis de 1905, cuando tales minorías pretendían que las unidades militares de origen húngaro tuvieran el magiar como único idioma de mando.


Más grave era sin embargo la tendencia del gobierno de Budapest a acentuar la magiarización de las provincias no húngaras dependientes, empezando por la lengua y la enseñanza, lo que creaba resquemores peligrosos en las respectivas poblaciones.


Francisco José nunca se decidió a afrontar estos problemas, sea por mero conservadurismo o por el recuerdo del levantamiento de 1848. Pero su sobrino y heredero Francisco Fernando sí que planeaba una reestructuración que diera mayor relevancia a los eslavos y más consistencia a la estructura del conjunto. Por eso lo asesinaron los serbios en Sarajevo.

No procede entrar aquí en detalles sobre la Primera Guerra Mundial; baste señalar que Austria-Hungría figuró en el bando de los vencidos, y los húngaros declararon su independencia el 1 de octubre de 1918.


El Tratado de Trianon de 1920, verdaderamente infame y fruto del odio y ceguera  política de los francoingleses, fue para Hungría la mayor catástrofe de su historia. Casi dos tercios de la población se convirtieron en minorías de los estados vecinos, varios de ellos recién fabricados, ya que se impuso al país magiar la pérdida del 70% de su anterior territorio. La mayor parte de esas minorías ya no volvieron.

Reflejo de ese periodo resbaladizo de 1918-1920, existen un conjunto de sellos que, siempre a base de sobrecargas, manifiestan la apresurada ocupación, antes del referido Tratado, de zonas o comarcas por parte de Serbia, Rumania o del peregrinante Ejército Francés de Oriente, que no fue desmovilizado durante mucho tiempo y se mantuvo por allí para servir a los intereses de París (se recomienda ver al respecto la película ‘Capitán Conan’. Tavernier 1996). 

Arad.- Ocupación francesa


Baranya.- Ocupación serbia


Bacska.- Ocupación serbia 



Debreczen.- Ocupación rumana.


Temesvar.- Ocupación rumana.

Temesvar.- Ocupación serbia.


Aunque también son de 1919, caso distinto es el de los sellos de Szegedin. Fue la sede del Movimiento Nacional Húngaro de donde partió la expedición encaminada a terminar con el gobierno bolchevique establecido en Budapest.


Volviendo al hilo de la historia del país, tras la revolución de octubre de 1918 se formó un gobierno de coalición que trató de implantar un sistema democrático en la nueva Hungría independiente y republicana, pero el desorden interno, el intenso nacionalismo y la imposibilidad de rechazar las incursiones en territorios fronterizos  a que se acaba de hacer alusión, llevaron al fracaso. 


Los sellos con sobrecarga ‘Koztarsasag’ (República) corresponden a este momento. 

En marzo de 1919, el gobierno decidió traspasar el poder a una coalición social-comunista. 

Esto llevó a la República Soviética dirigida por Béla Kun, que hizo las cosas que las repúblicas bolcheviques acostumbran hacer. Después de que oficiales anticomunistas intentasen un golpe de estado el 24 de junio y fracasasen, Kun  procedió a crear tribunales revolucionarios que sentenciaron a muerte a cientos de personas.


El 31 de julio entran en Budapest tropas rumanas y un cuerpo húngaro dirigido por el almirante Horthy.

Béla Kun, huido, irá a parar a la Unión Soviética y pasará el resto de su vida realizando misiones para la Komintern, pero nunca contó con la simpatía de Stalin (¿quizá porque era judío?), el cual lo eliminó en una de sus purgas, en 1938.


El almirante Nicolás Horthy fue elegido Regente, instaurándose el régimen que gobernará Hungría hasta 1944. 


Horthy es un personaje interesante. Alguien lo llamó ‘el hombre de las tres contradicciones: almirante en un país sin flota, Regente en un país sin rey y protestante en un país católico’. Conservador, bien educado, poco preocupado por problemas sociales, no tenía ningún especial carisma personal, pero su brillante carrera militar (llegó a almirante supremo de la flota austrohúngara, que dominó el Adriático durante toda la guerra mundial) y su capacidad para los idiomas indican que no era ningún necio. Coexistió con muy diferentes jefes de gobierno y no era germanófilo, sino más bien lo contrario.


El Parlamento, al restaurar la monarquía y elegir a Horthy como Regente, lo autorizó, entre otras cosas, a ejercer el derecho de veto, a convocar o disolver el Parlamento y a mandar sobre las fuerzas armadas.


Obsérvese que, aunque parezca curioso, los sellos de la época llevan la denominación ‘Magyar Kir Posta’, o sea, ‘Correo del Reino Húngaro’.


El antiguo rey, Carlos IV, que había abdicado la Corona del Imperio, pero no la de Hungría, y que conservaba fuertes apoyos sociales en el país, intentó, con plena buena fe, recuperar la corona en dos intentos, marzo y octubre de 1921. No lo consiguió por discordias internas, aunque los francoingleses jamás lo hubieran consentido. Fueron los británicos los que se encargaron de meterlo en un barco y, por el Danubio, llevarlo hasta tan lejos como la isla de Madeira, donde falleció a los pocos meses de neumonía y donde sigue enterrado.


No tenemos espacio para detallar la política de los distintos jefes de gobierno bajo Horthy. En general, aparte de ingresar en la Sociedad de Naciones rompiendo el aislamiento internacional, se siguió en temas económicos y sociales una política de palo a la burra blanca y palo a la burra negra, sin caer en la tentación de imitar a los regímenes fascista o nacionalsocialista, con los que el Regente no simpatizaba mucho. 


Lo que sí está claro es que el vector fundamental de la política era la superación del Tratado de Trianon y consiguiente recuperación de territorios y poblaciones perdidas.


El problema vino cuando se aproximó la Segunda Guerra Mundial. Horthy no creía en la victoria alemana, pero Hitler había prometido ayudar a Hungría en sus afanes reivindicatorios de territorios sustraídos. Esto, la presión económica y las amenazas de intervención militar obligaron al Regente a un comprometido juego de vaivén entre primeros ministros de diversas tendencias.


Resultó particularmente delicado el asunto de los judíos, especialmente desde que en 1935 entró en la escena política el Partido de la Cruz Flechada, liderado por Ferenc Szálasi, que no tenía nada que envidiar, en radicalismo y antisemitismo, al NSDAP alemán. No era él solo; en 1939, el nuevo gobierno del conservador conde Teleki, uno de los primeros colaboradores de la Regencia en 1920, aprobó una ley antijudía muy restrictiva, definiendo además a los judíos por su etnia y no por su religión.


En el ámbito internacional, Hungría recuperó en el otoño de 1938, por arbitraje alemán, partes de Checoslova- quia (Rutenia Carpática y parte de Eslovaquia) con población predominantemente húngara. En marzo de 1939, a la vez que Alemania ocupaba Bohemia y Moravia, Hungría ocupaba el resto de Rutenia y otra porción de Eslovaquia. 


Por un segundo arbitraje recobró en 1940 la parte norte de Transilvania. Bajo presión alemana se afilió al Pacto Tripartito y, no sin dificultades, el Reich consiguió en abril de 1941 que fueran enviadas tropas magiares a Yugoslavia, con lo que Hungría readquirió antiguas tierras magiares perdidas en 1920.

Hitler no pidió ayuda húngara para la invasión de la URSS, pero amplios sectores políticos quisieron participar en el ataque para no animar el favoritismo alemán hacia Rumania, que sí participaba. El ejército húngaro sufriría después, en 1943, pérdidas terribles en la batalla del río Don, tras la caída de Stalingrado.

A medida que los ejércitos soviéticos recuperaban territorios, se multiplicaron en vano los esfuerzos del gobierno para lograr un armisticio con británicos y americanos, mientras se mantenía la tradicional postura antisoviética de la Regencia. Hitler, por si acaso y escamado por el cambio de bando italiano, ordenó la ocupación de Hungría en marzo de 1944. El Regente mantuvo de momento su cargo y no pudo evitar que empezasen las deportaciones masivas de judíos a Alemania.

Cuando el ejército soviético ya estaba próximo, Horthy trató de abandonar el bando del Eje en octubre de 1944, de forma similar a como lo había hecho Rumania en septiembre. 

El intento, mal planificado, fracasó, y, en una operación de comando dirigida por el famoso Otto Skorzeny (el mismo que había liberado a Mussolini del Gran Sasso) el Regente salió de su palacio metido dentro de una alfombra y fue llevado a Alemania, donde permaneció prisionero hasta final de la guerra. Liberado por los americanos, no fue sometido a los llamados juicios de Nuremberg y acabó sus días tranquilamente en Estoril, donde murió en 1957.

Los alemanes entregaron el gobierno a Ferenc Stálasi, ya mencionado antes, el cual creó el que se ha llamado ‘Terror blanco’, con numerosas víctimas, judíos sobre todo. Las tropas alemanas, juntamente con los miembros de la Cruz Flechada, defendieron Budapest durante casi dos meses de los soviéticos con tenacidad épica, pero en la primavera de 1945 el país estaba ya completamente ocupado, aparte de devastado, y cayó en la órbita soviética. 

Por supuesto, las adquisiciones territoriales del periodo anterior quedaron sin efecto y volvieron a aumentar las minorías étnicas húngaras en los países vecinos. La mitad de la minoría étnica alemana (240.000 personas) fue deportada a Alemania.

La fagocitación por parte de los soviéticos fue similar a las de los restantes países de la zona, Se empezó como democracia multipartidaria: en las elecciones del 4- noviembre- 1945, el Partido de los Pequeños Propietarios obtuvo 57% de los votos; el Partido Comunista, el 17%. En marzo de 1946 el mariscal Vorochilov obliga al gobierno a entregar el Ministerio del Interior a los comunistas; el tal ministerio organiza la policía política. 

Para 1948 todos los líderes de los otros partidos habían sido arrestados, silenciados o huidos del país; se declara la República Popular. En 1949 los soviéticos concluyen un ‘Tratado de Asistencia Mutua’ con Hungría que otorgaba derechos a la URSS para una presencia militar continua, asegurando así el control político. 

El periodo 1949-1956 se caracterizó por la más dura represión y por el declive económico. El hombre de Stalin fue Mátyás Rákosi, enviado desde Moscú. Las libertades dejaron de existir y el encarcelamiento arbitrario se convirtió en habitual. No creemos necesario detallar más unas lindezas de sobra conocidas; recordaremos sólo el caso del alguacil alguacilado, el mismísimo fundador de la ÁVH, la policía política, que, en 1949 y siendo ministro de Exteriores, fue arrestado y ahorcado.

Cuando Stalin murió en 1953, Rákosi fue sustituido como primer ministro por Imre Nagy, que inició una política de liberalización, lo que de inmediato ocasionó los más violentos ataques de aquél, que continuaba siendo Secretario General del Partido. Rákosi ganó el envite, se echó a Nagy de su puesto y fue sustituido ¿por quién? Por Rákosi, naturalmente. Pero en 1956 llegó la desestalinización propiciada por Jrushchov: Rákosi fue defenestrado y Nagy rehabilitado como miembro del Partido.




Pero algo estaba cambiando. La Revolución húngara de 1956 comenzó el 23 de octubre como una manifestación pacífica de estudiantes en Budapest. La ÁVH, viendo la inutilidad del gas lacrimógeno, abrió fuego sobre la muchedumbre, provocando amotinamientos por doquier en la capital.


A la mañana siguiente unidades militares soviéticas tomaron posiciones clave en la ciudad, siendo increpadas por ciudadanos y soldados, que comenzaron a mutilar estatuas y símbolos comunistas. El Comité Central respondió a la presión designando al reformador Imre Nagy como nuevo Primer Ministro.
El 25 de octubre los tanques soviéticos abrieron fuego sobre los manifestantes. Nagy prometió por radio una democratización de gran alcance, mientras se formaban por todo el país consejos revolucionarios y prensa y radio pedían la retirada inmediata de los soviéticos.




El 30 de octubre Nagy liberó al cardenal Mindszenty, Primado de Hungría, y a otros presos políticos. Pero el 1 de noviembre anunció que Hungría se retiraba del Pacto de Varsovia, y pidió a la ONU que se implicara en la disputa entre Hungría y la URSS. El día 3 anunció los detalles de su gobierno de coalición, en el que había 3 comunistas de entre 12 miembros.



Nikita Jrushchov no era Stalin, pero no estaba dispuesto a admitir que se desmontara el sistema. El 4 de noviembre envió el Ejército Rojo a Hungría. Los enfrentamientos tuvieron lugar por todo el país, pero las fuerzas húngaras fueron rápidamente derrotadas.
Durante la Revolución de 1956 se calcula que murieron unos 3.000 húngaros y aproximadamente 722 soviéticos; el número de huidos, sobre todo por la frontera austriaca, fue muy elevado. Nagy, encarcelado, sería ejecutado en 1958.


No es preciso decir que Occidente no movió ni un solo dedo pese a haber animado a los descontentos con el sistema, cosa que, al parecer, bastantes húngaros no han olvidado.

El nuevo hombre de Moscú fue János Kádar, que hizo lo que se esperaba de él; intensificó el régimen comunista haciendo ejecutar a miles como traidores.
Sin embargo, cuando se atenuó la presión moscovita en la década de 1960, comenzó lo que fue conocido como ‘comunismo gulash´. Da la impresión de que Kádár captó la antífona y comprendió que las cosas no podían ser como antes de 1956.

Empieza pues una etapa de poca represión en comparación con otros países del bloque soviético, de aumento del nivel de vida e incluso de tímidas aproximaciones a la economía de mercado. En 1986 el visitante podía apreciar, junto a pintorescos residuos de épocas anteriores, un ambiente de relajación en la vida cotidiana no comparable con lo que se observaba por esas fechas en Bulgaria o en Alemania Oriental.


En todo caso, no hay que exagerar; el comunismo gulash no impidió que Hungría también participase en 1968 en la acción conjunta encaminada a acabar con la efímera ‘primavera de Praga’ de Dubcek. Además, a finales de los 70 la crisis económica interna agravó la situación.


Cuando el desmoronamiento de la URSS se veía ya próximo, comenzaron las reacciones. Por ejemplo, el llamado ‘Picnic Paneuropeo’ del 19- agosto-1989, cuando Otón de Habsburgo-Lorena, heredero de Carlos II y un ministro húngaro estrecharon sus manos en una localidad fronteriza, violando las fronteras impuestas por los soviéticos. 

Las alambradas del Telón de Acero fueron cortadas y cientos de personas pasaron de un país a otro. Poco más tarde se levantaron las fronteras, y el Muro de Berlín fue derribado, acontecimiento simbólico, el 9 de noviembre de 1989.

Hungría fue el país de Europa Central que mejor afrontó la caída de la URSS, ya que, como acabamos de ver, se había ido acercando paulatinamente al sistema de libre mercado durante los últimos años del anterior régimen. A partir de 1991, intensificó los lazos con Europa Occidental, se unió a la OTAN en 1999 y a la Unión Europea en 2004.


Se define como una democracia liberal parlamentaria, cuyo gobierno actúa en el marco de un estado de derecho.  El órgano supremo de poder es el parlamento, cuyos diputados se eligen cada 4 años. El presidente de la República, con un papel más bien representativo, es elegido por el parlamento cada 5 años.


Los dos principales partidos son el Socialista y el FIDESZ (Alianza Cívica Húngara), de tipo liberal- conservador.

El 18- septiembre- 2006, miles de húngaros, en gran parte convocados por el FIDESZ, salieron a las calles, luego de que fuera divulgado un audio donde el Primer Ministro a la sazón, Ferenc Gyurcsány admitía de forma explícita que había mentido en cuanto a la situación económica para ganar las elecciones. Fueron las jornadas más violentas vistas por el país desde hacía muchos años. 


En las elecciones de 2010 el FIDESZ resultó elegido para encabezar el nuevo gobierno por una mayoría de más de 2/3 de los votos emitidos, ganando en las siguientes de 2014, en coalición con los cristiano- demócratas, 133 de los 199 escaños. El Primer Ministro sigue siendo en la actualidad Viktor Orban, miembro de ese partido.
En 1993 y por iniciativa húngara, se constituyó el llamado Grupo Visegrád, formado por Hungría, Polonia, Chequia y Eslovaquia (estas dos últimas entonces todavía unidas). En aquel momento era su objetivo contribuir al desarrollo político- económico del grupo y reflejar la aspiración común de ingreso en la UE. 
Con el tiempo se ha convertido en algo muy diferente: en un bloque disconforme con las orientaciones y medidas de las autoridades comunitarias, muy especialmente en lo referente al tema de admisión masiva de inmigrantes y distribución forzosa de éstos entre los países miembros.
Con relación a este problema, Hungría se halla particularmente afectada por su ubicación geográfica en la ruta de los miles de inmigrantes. No sólo por eso; a los húngaros (y dada su historia no es de extrañar) no les entusiasman nada las visiones, bastante utópicas, de sociedades polivalentes donde diferentes y muy diversos grupos culturales conviven, se aman y se mezclan.


Por ello han decidido tomar medidas por su cuenta. Han construido barreras en dos sectores de su frontera meridional, y piensan seguir en un tercero. No se trata de un ‘muro’, como ha dicho cierta prensa (equivocándose de lugar, pues un muro sí existe, pero está en otra parte y con intenciones de perduración, aunque curiosamente apenas se hable de él), sino de una barrera a base de rollos de alambrada.

El gobierno magiar ha hecho algo más: convocar un referéndum para el pasado 10 de octubre con objeto de preguntar sobre la aprobación de la política comunitaria en el tema de entrada masiva de refugiados. El 98,24% de las papeletas dio un ‘no’; el 1,76%, un ‘sí’, con un 6,13% de votos inválidos. Este resultado no puede adquirir validez jurídica por haber acudido a las urnas sólo un 45% del electorado, pero el gobierno considera que la cuestión está clara.


Con todo lo antedicho, no es de extrañar que Viktor Orban sea una de las bestias negras de la progresía jacobina, la cual ha organizado, con la colaboración de los medios de difusión afines, la correspondiente campaña, aplicando a Orban una serie de calificativos que van desde ‘populista’ (término ambiguo donde los haya) a ‘islamófobo´, pasando por ‘xenófobo’. En todo caso, habida cuenta del acendrado sentido nacional de los húngaros, demostrado en tantas ocasiones en el correr de los siglos, la campaña en cuestión pisa terreno difícil.


El territorio magiar está constituido fundamentalmente por una extensa depresión tectónica que forma la llamada llanura húngara o panónica, una de las mayores de Europa, atravesada en su parte central por el Danubio y uno de sus afluentes, el Tisza. Sólo marginalmente se extiende al NE por los montes precarpáticos y roza por el O las últimas colinas del sistema alpino.


Extensas regiones de la mitad oriental están ocupadas por la estepa herbácea (puszta), tradicional región campesina y ganadera. Aunque más bien seca, la puszta cuenta con una capa freática que permite abrir con facilidad numerosos pozos. Esto explica que en la actualidad la mayor parte de ella se vea invadida por cultivos de tipo industrial, aunque por razones sentimentales y turísticas se haya reservado una parte en su estado prístino.
En el SO es importante el lago Balatón, residuo de un antiguo mar interior, Poco profundo, se hiela en invierno, pero en verano mitiga los calores de las zonas limítrofes; de ahí que desde antiguo sea importante para un turismo meramente local.

El clima es continental, con inviernos fríos y veranos bastante cálidos, lluviosos y tormentosos.


Hungría ha terminado la transición desde una economía planificada a una de mercado, alcanzando una renta per cápita de casi 2/3 de la media de la UE.

A fines de 2008, la crisis global le llevó a pedir y obtener del FMI/BM/EU un rescate. El 2009 resultó un año de severa contracción. En 2010, el nuevo gobierno impuso cambios que suponían recortes en las rentas de empresas y personas físicas. 

A finales de 2011 el gobierno tuvo problemas con las autoridades de la UE para obtener nuevas ayudas por disconformidad con la política económica de dichas autoridades, pero acabó consiguiendo fondos en mercados internacionales.

En 2013 Hungría logró reducir su déficit por debajo del 3% del PIB, pero sigue obligado a contener el déficit presupuestario y al mismo tiempo a utilizar medidas intervencionistas para evitar la inflación y promover el crecimiento y el empleo.

La moneda nacional sigue siendo el forint.

El PIB húngaro se descompone en: agricultura 3,6%; industria 31,8%; servicios 64,6%.

Los principales productos agrícolas son cereales, girasol, patatas, remolacha azucarera, ganadería variada y lácteos.

La industria está muy diversificada: minería, metalurgia, alimentos procesados, textiles, química (especialmente farmacéutica) y vehículos a motor. La producción de petróleo y gas es poco cuantiosa. Alemania es el principal socio en importaciones y exportaciones. Es importante la inversión extranjera, sobre todo en el sector automovilístico.

El índice de paro es de 6,8%

Es el primer país del mundo en porcentaje de electricidad de origen nuclear (61%). Otras fuentes son: combustibles fósiles: 22%; hidroeléctrica: 0,6%; otras fuentes renovables: 6,8%.


La población cuenta con un 85,6% de magiares, un 3,2% de gitanos y un 1,9% de alemanes.

El húngaro, lengua oficial, es la lengua materna del 98,9% de los que lo utilizan. No se trata de una lengua indoeuropea de flexión, sino que, como ocurre con el finlandés y el estonio, pertenece al grupo fino-ugrio de las aglutinantes.

Hay un 37,2% de católicos, un 13,8% de protestantes, un 1,6% de ortodoxos. Ateos y agnósticos, 18,2%; sin especificar, 27,2%.

Se trata de una población más bien vieja: los mayores de 54 años suponen el 32,31% del total. El crecimiento es negativo: -0,24%, lo que está de acuerdo con una tasa de fertilidad de sólo 1,44, una de las más bajas del mundo. La esperanza de vida es de 75,9 años. Por otra parte, el índice de alfabetización alcanza el 99,1%.
Para terminar, y como dato curioso citaremos algunas de las invenciones y descubrimientos debidos a húngaros, haciendo gracia al lector de omitir la transcripción de los nombres magiares.

Dinamo (1823)  
Fósforo moderno (1836) 
Transformador eléctrico (1883)
Fórmula de las vitaminas C y P (1930) 
Bolígrafo (1938)
Discos de vinilo microsurco (1941) 
Holografía (1947)
Cubo de Rubik (1974)

En el terreno filológico, aparte de la internacionalización de la palabra ‘gulash’, procede del magiar el término ‘coche’. Tiene su origen en la comarca húngara de Kocs, donde a mediados del XV fue inventado el coche de caballos, más ligero y de menor tamaño que las carretas anteriores.