sábado, 17 de septiembre de 2011

BÉLGICA 2



BÉLGICA      (Europa Occidental)

El territorio de Bélgica se divide geográficamente en tres regiones: la planicie costera al NO., la meseta central y las altiplanicies de las Ardenas al SE.

En la planicie costera se han ganado algunos espacios al mar, siguiendo el ejemplo neerlandés, pero a escala mucho más modesta. 

La meseta central es un área lisa y de poca altitud, con numerosos valles fértiles e irrigada por muchas vías navegables. 

La región de  las Ardenas, más accidentada, es una meseta densamente boscosa, muy rocosa y poco apta para el cultivo; aquí se concentra la mayoría de la fauna salvaje y se halla el punto más alto, con sólo 694 m de altitud.

El clima es marítimo templado, con precipitaciones significativas durante todo el año. Por la elevada densidad de población, tiene serios problemas de medio ambiente, especialmente en lo que se refiere a la calidad de las aguas de los ríos, la peor de Europa según estudios realizados.

La economía belga presenta un carácter dual, con una dinámica parte flamenca, que incluye Bruselas, centro multiétnico, y por otro lado, con una economía valona más ruralizada y menos dinámica.

Bélgica fue el primer país de la Europa continental en el que se desarrolló la Revolución Industrial a principios del siglo XIX. Lieja y Charleroi desarrollaron una actividad minera y una industria acerera que floreció hasta mediados del XX.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Gante y Amberes experimentaron una rápida expansión del sector petroquímico, y químico en general, mientras que la siderurgia belga sufría un grave retraso, responsable de la inhibición del desarrollo de Valonia. En los años 80 y 90, el doble proceso continuó. Hoy la industria está en su mayor parte concentrada en la poblada área flamenca del Norte del país.

Bélgica ha desarrollado una excelente infraestructura de transportes, que le permiten integrar su industria con la de las naciones vecinas. Amberes es el segundo puerto de Europa, después de Rotterdam.

Miembro fundador de lo que hoy es la Unión Europea, Bélgica apoya la extensión de los poderes de las instituciones europeas para integrar las economías de los países miembros, aunque, con la grave crisis actual, todo esto se halla puesto en entredicho. 

En 1991 adoptó el euro. Su economía está estrechamente orientada hacia el comercio exterior, con referencia especialmente a productos de alto valor añadido.

Los logros reseñados, que no son pocos, están hoy comprometidos por un muy fuerte descenso del sentido nacional unitario, con las consecuencias políticas que luego se verán.

A lo largo de casi doscientos años, ha tenido lugar una especie de ‘giro copernicano’. Durante decenios se consideró a Bélgica como un país francófono; vimos que la independencia la gestionaron  políticos de formación y habla francesa; fue en el sur donde se llevó a cabo la revolución industrial, el auge de la siderurgia. Era la zona que contaba, y sus habitantes tendían a menudo a despreciar a los del norte como a campesinos toscos que hablaban un lenguaje extraño.

Quizá esta visión se ha prolongado más de la cuenta por el caso de Bruselas, la ciudad que más conocen los visitantes y los funcionarios internacionales que en ella residen. Bruselas, legal y fácticamente, es bilingüe, pero en el centro lo que más se oye es el francés. Hay que desplazarse fuera de él para oír el neerlandés.

Hoy la situación del país ha cambiado: Valonia, al decaer económicamente, tiene un número mayor de parados, y una población más vieja, con más pensionistas. Flandes, no sólo tiene más población, sino que se ha desarrollado; es la zona próspera. Ha ido creciendo en ella una actitud mental nacionalista, con sectores claramente separatistas.

Las manifestaciones del fenómeno aparecen por doquier. No pasa del 1% la proporción de matrimonios mixtos. En la universidad de Lovaina, célebre desde la Edad Media, ahora se enseña en neerlandés (ha habido que crear una Nueva Lovaina, de habla francesa). Al ser los más ricos, afirman los flamencos que es de sus bolsillos de donde sale el dinero con el que se paga a los parados y pensionistas valones.

La brecha se ha ido abriendo poco a poco. Como dato anecdótico, cuando en 1941 Hitler hizo un llamamiento a los pueblos de Europa para combatir el bolchevismo internacional, elementos de Flandes y Valonia respondieron a él, pero con organizaciones y cuerpos expedicionarios, eso sí, separados.

Tradicionalmente han existido, además, diferencias ideológicas (recuérdese el problema de la vuelta de Leopoldo III). Mientras Valonia era claramente socialista, Flandes era la base del poder del partido popular católico democrático (CVP). Por citar otro dato, según las encuestas es mucho mayor el número de agnósticos en Valonia.

Se ha intentado, por supuesto, resolver estas cuestiones por métodos institucionales; ya en 1889 se promulga la Ley de Lenguas, según la cual tanto el neerlandés como el francés eran lenguas oficiales (quedó comentado el riguroso bilingüismo de los sellos de correos). 

Durante la Primera Guerra Mundial, surge el movimiento que quería acabar con el predominio del francés, y hacer de Flandes un territorio monolingüe neerlandés, proceso que en efecto se va llevando a cabo entre 1932 y 1968. Es en 1963 cuando se adoptan las leyes que dividen el país en zonas lingüísticas.

Todo lo señalado llevaba a un proceso de federalización, que se desarrolla entre 1970 y 1993. Las reformas constitucionales de 1980, 1988 y 1993, extienden las competencias de Regiones y Comunidades configurando la organización actual del Estado.

Existen:
1.- Tres Regiones: Flandes, Valonia y Bruselas – Capital.
2.- El Gobierno Federal, con sede en Bruselas.
3.- Las tres Comunidades Lingüísticas: flamenca, francesa y germanófona (esta última en el territorio de la región valona).


Correlativamente, hay tres niveles de organización. El más alto es el Gobierno Federal, que controla más del 90% de los impuestos. Después, los gobiernos de las Comunidades, responsables de promocionar lengua, cultura y educación. El tercer nivel lo constituyen los Gobiernos Regionales. Se prevé también (cómo no) un Tribunal de Arbitraje.

Parece algo complicado, y lo es en efecto. Por lo demás, ya no existen partidos nacionales; los partidos, o son flamencos o son valones.

Sería impertinente detallar la serie interminable de crisis y contiendas. Señalemos únicamente que no ha habido un Ejecutivo estable desde junio de 2007, y que el último antes de la última crisis duró nueve meses. 

Los belgas votaron el 13 de marzo de 2010 y, hasta el 15 de septiembre de 2011, la clase política fue incapaz de formar una alianza de gobierno que uniera a las dos comunidades importantes del país. Bélgica ha batido la marca que hasta ahora ostentaba Irak.

La responsabilidad recae, en primer lugar, sobre los nacionalistas flamencos, cada vez más inclinados a la partición del país, y que ganaron las últimas elecciones. 

Los francófonos, con los socialistas a la cabeza, rechazan seguir disminuyendo las competencias del gobierno federal y, sobre todo, dividir la fiscalidad y la seguridad social, porque Valonia, más pobre, saldría perjudicada. Bruselas, naturalmente, es otro escollo: enclavada geográficamente en Flandes, pero con mayoría francófona, los flamencos no quieren renunciar a ella en caso de una eventual partición.

El que fue primer ministro en funciones, Yves Laterne, dijo hace años que a los belgas ya sólo les unían el Rey, la selección de fútbol y algunas cervezas.

El aspecto refrescante de la situación es que el país, sin un gobierno constituido y con un presupuesto prorrogado, no parece haber sufrido demasiado por la crisis económica (el crecimiento del PIB fue en 2011 del 1,8%, y en 2012, del -0,2%); en los tiempos que corren, muchas naciones europeas firmarían por una coyuntura económica como la belga, lo que, claro está, ha dado lugar a sarcásticos comentarios sobre la utilidad de los políticos y de los gobiernos formados por ellos.

En todo caso, la economía del país, que, como se ve, algo ha sufrido como consecuencia de la crisis, es vista como una especie de referencia o testigo para el futuro de la UE. El FMI considera que es vulnerable a los desarreglos de la eurozona, en parte por su alta deuda pública. Varios bancos han tenido que recibir ayudas gubernamentales.

Así las cosas, en medio del suspense y tras repetidas, angustiosas y angustiadas peticiones del soberano, el 15 de septiembre de 2011 se anunció que se había llegado a un acuerdo entre 4 partidos flamencos y 4 valones para desbloquear el nudo, que no era sino una cuestión de tipo electoral afectando a unas comunas determinadas de la circunscripción de Bruselas.

El asunto parece baladí, pero ya sabemos todo lo que hay detrás. Un político socialista valón, Elio di Rupo, al frente de una coalición de 6 partidos consiguió formar gobierno tras tortuosas negociaciones, en diciembre de 2011, poniendo fin a un período record de 541 días sin gobierno definitivo.

Es el primer jefe francófono del ejecutivo desde hace más de 40 años, y ha sido criticado con frecuencia por su mal neerlandés, al tiempo que los votantes flamencos de derecha no se sienten demasiado felices de ser gobernados por un socialista francófono.

Lo más grave es que quedan pendientes de acuerdo los dos puntos realmente espinosos: la transferencia de nuevas competencias a las Regiones y el reparto de financiación para las distintas administraciones. Y lo que es peor: los nacionalistas flamencos de la N-VA, que son quienes más votos sacaron en las últimas elecciones, han sido excluidos de las negociaciones.

Como datos de geografía humana, citaremos que la población urbana es del 87%; el número de católicos, el 75%; la esperanza de vida, 79,65 años, y la tasa de fertilidad, 1,65 hijos/mujer.

Acabaremos la saga con un recordatorio frívolo: en el extranjero y a nivel popular, Bélgica es sobre todo recordada por tres cosas: los comics, las cervezas y los chocolates.



OCUPACIÓN ALEMANA

Alemania emitió sellos de ocupación durante la Primera Guerra Mundial, de 1914 a 1918. Se trata de sellos alemanes con sobrecarga en alemán.


No hubo sellos de ocupación en 1940-45. No es de extrañar, porque, salvo  excepciones muy concretas que irán apareciendo, el III Reich no los utilizó en Europa Occidental durante esta contienda, ni siquiera en Francia. Acaso la razón sea que el propósito de crear una Europa unida bajo su dirección se compaginaba mal con la existencia de sellos que proclamaban la ocupación militar.



EUPEN Y MALMEDY

Los ‘cantones del este’ de Bélgica, administrados por los Habsburgo en el siglo XVIII, fueron asignados por el Congreso de Viena a la parte renana del estado prusiano y, en consecuencia, se integrarían más tarde en el Imperio alemán.

Al producirse la derrota alemana en 1918, Bélgica los ocupó, y a ello corresponden los sellos de “Alemania - Ocupación belga” que aparecieron en la entrada ‘Alemania 1’. El Tratado de Versalles los asignó a Bélgica, primero provisionalmente y luego con carácter definitivo. Al periodo provisional (1920/21) corresponden los sellos que se presentan aquí.

Como es lógico, durante la Segunda Guerra Mundial revirtieron al III Reich, y, a su final, de nuevo a Bélgica. Durante la contienda, al encontrarse en zonas de combate, sufrieron grandes devastaciones.

Actualmente, los 9 cantones germanófonos del Este constituyen la Comunidad Germanófona de Bélgica, mientras que Malmedy forma parte de la región valona.

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