BÉLGICA (Europa Occidental)
El territorio de Bélgica se divide
geográficamente en tres regiones: la planicie costera al NO., la meseta central
y las altiplanicies de las Ardenas al SE.
En la planicie costera se han ganado algunos
espacios al mar, siguiendo el ejemplo neerlandés, pero a escala mucho más
modesta.
La meseta central es un área lisa y de poca altitud, con numerosos
valles fértiles e irrigada por muchas vías navegables.
La región de las Ardenas, más accidentada, es una meseta
densamente boscosa, muy rocosa y poco apta para el cultivo; aquí se concentra
la mayoría de la fauna salvaje y se halla el punto más alto, con sólo 694 m de
altitud.
El clima es marítimo templado, con precipitaciones
significativas durante todo el año. Por la elevada densidad de población, tiene
serios problemas de medio ambiente, especialmente en lo que se refiere a la
calidad de las aguas de los ríos, la peor de Europa según estudios realizados.
La economía belga presenta un carácter dual,
con una dinámica parte flamenca, que incluye Bruselas, centro multiétnico, y
por otro lado, con una economía valona más ruralizada y menos dinámica.
Bélgica fue el primer país de la Europa
continental en el que se desarrolló la Revolución Industrial a principios del
siglo XIX. Lieja y Charleroi desarrollaron una actividad minera y una industria
acerera que floreció hasta mediados del XX.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Gante y
Amberes experimentaron una rápida expansión del sector petroquímico, y químico
en general, mientras que la siderurgia belga sufría un grave retraso,
responsable de la inhibición del desarrollo de Valonia. En los años 80 y 90, el
doble proceso continuó. Hoy la industria está en su mayor parte concentrada en
la poblada área flamenca del Norte del país.
Bélgica ha desarrollado una excelente
infraestructura de transportes, que le permiten integrar su industria con la de
las naciones vecinas. Amberes es el segundo puerto de Europa, después de
Rotterdam.
Miembro fundador de lo que hoy es la Unión
Europea, Bélgica apoya la extensión de los poderes de las instituciones
europeas para integrar las economías de los países miembros, aunque, con la
grave crisis actual, todo esto se halla puesto en entredicho.
En 1991 adoptó el
euro. Su economía está estrechamente orientada hacia el comercio exterior, con
referencia especialmente a productos de alto valor añadido.
Los logros reseñados, que no son pocos, están
hoy comprometidos por un muy fuerte descenso del sentido nacional unitario, con
las consecuencias políticas que luego se verán.
A lo largo de casi doscientos años, ha tenido
lugar una especie de ‘giro copernicano’. Durante decenios se consideró a
Bélgica como un país francófono; vimos que la independencia la gestionaron políticos de formación y habla francesa; fue
en el sur donde se llevó a cabo la revolución industrial, el auge de la
siderurgia. Era la zona que contaba, y sus habitantes tendían a menudo a
despreciar a los del norte como a campesinos toscos que hablaban un lenguaje
extraño.
Quizá esta visión se ha prolongado más de la
cuenta por el caso de Bruselas, la ciudad que más conocen los visitantes y los
funcionarios internacionales que en ella residen. Bruselas, legal y
fácticamente, es bilingüe, pero en el centro lo que más se oye es el francés.
Hay que desplazarse fuera de él para oír el neerlandés.
Hoy la situación del país ha cambiado:
Valonia, al decaer económicamente, tiene un número mayor de parados, y una
población más vieja, con más pensionistas. Flandes, no sólo tiene más
población, sino que se ha desarrollado; es la zona próspera. Ha ido creciendo
en ella una actitud mental nacionalista, con sectores claramente separatistas.
Las manifestaciones del fenómeno aparecen por
doquier. No pasa del 1% la proporción de matrimonios mixtos. En la universidad
de Lovaina, célebre desde la Edad Media, ahora se enseña en neerlandés (ha
habido que crear una Nueva Lovaina, de habla francesa). Al ser los más ricos,
afirman los flamencos que es de sus bolsillos de donde sale el dinero con el
que se paga a los parados y pensionistas valones.
La brecha se ha ido abriendo poco a poco.
Como dato anecdótico, cuando en 1941 Hitler hizo un llamamiento a los pueblos
de Europa para combatir el bolchevismo internacional, elementos de Flandes y
Valonia respondieron a él, pero con organizaciones y cuerpos expedicionarios,
eso sí, separados.
Tradicionalmente han existido, además,
diferencias ideológicas (recuérdese el problema de la vuelta de Leopoldo III).
Mientras Valonia era claramente socialista, Flandes era la base del poder del
partido popular católico democrático (CVP). Por citar otro dato, según las
encuestas es mucho mayor el número de agnósticos en Valonia.
Se ha intentado, por supuesto, resolver estas
cuestiones por métodos institucionales; ya en 1889 se promulga la Ley de
Lenguas, según la cual tanto el neerlandés como el francés eran lenguas
oficiales (quedó comentado el riguroso bilingüismo de los sellos de correos).
Durante la Primera Guerra Mundial, surge el movimiento que quería acabar con el
predominio del francés, y hacer de Flandes un territorio monolingüe neerlandés,
proceso que en efecto se va llevando a cabo entre 1932 y 1968. Es en 1963
cuando se adoptan las leyes que dividen el país en zonas lingüísticas.
Todo lo señalado llevaba a un proceso de
federalización, que se desarrolla entre 1970 y 1993. Las reformas
constitucionales de 1980, 1988 y 1993, extienden las competencias de Regiones y
Comunidades configurando la organización actual del Estado.
Existen:
1.- Tres Regiones: Flandes, Valonia y
Bruselas – Capital.
2.- El Gobierno Federal, con sede en
Bruselas.
3.- Las tres Comunidades Lingüísticas:
flamenca, francesa y germanófona (esta última en el territorio de la región
valona).
Correlativamente, hay tres niveles de
organización. El más alto es el Gobierno Federal, que controla más del 90% de
los impuestos. Después, los gobiernos de las Comunidades, responsables de
promocionar lengua, cultura y educación. El tercer nivel lo constituyen los
Gobiernos Regionales. Se prevé también (cómo no) un Tribunal de Arbitraje.
Parece algo complicado, y lo es en efecto.
Por lo demás, ya no existen partidos nacionales; los partidos, o son flamencos
o son valones.
Sería impertinente detallar la serie
interminable de crisis y contiendas. Señalemos únicamente que no ha habido un
Ejecutivo estable desde junio de 2007, y que el último antes de la última
crisis duró nueve meses.
Los belgas votaron el 13 de marzo de 2010 y,
hasta el 15 de septiembre de 2011, la clase política fue incapaz de formar una
alianza de gobierno que uniera a las dos comunidades importantes del país.
Bélgica ha batido la marca que hasta ahora ostentaba Irak.
La responsabilidad recae, en primer lugar,
sobre los nacionalistas flamencos, cada vez más inclinados a la partición del
país, y que ganaron las últimas elecciones.
Los francófonos, con los
socialistas a la cabeza, rechazan seguir disminuyendo las competencias del
gobierno federal y, sobre todo, dividir la fiscalidad y la seguridad social,
porque Valonia, más pobre, saldría perjudicada. Bruselas, naturalmente, es otro
escollo: enclavada geográficamente en Flandes, pero con mayoría francófona, los
flamencos no quieren renunciar a ella en caso de una eventual partición.
El que fue primer ministro en funciones, Yves
Laterne, dijo hace años que a los belgas ya sólo les unían el Rey, la selección
de fútbol y algunas cervezas.
El aspecto refrescante de la situación es que
el país, sin un gobierno constituido y con un presupuesto prorrogado, no parece
haber sufrido demasiado por la crisis económica (el crecimiento del PIB fue en
2011 del 1,8%, y en 2012, del -0,2%); en los tiempos que corren, muchas
naciones europeas firmarían por una coyuntura económica como la belga, lo que,
claro está, ha dado lugar a sarcásticos comentarios sobre la utilidad de los
políticos y de los gobiernos formados por ellos.
En todo caso, la economía del país, que, como
se ve, algo ha sufrido como consecuencia de la crisis, es vista como una
especie de referencia o testigo para el futuro de la UE. El FMI considera que
es vulnerable a los desarreglos de la eurozona, en parte por su alta deuda
pública. Varios bancos han tenido que recibir ayudas gubernamentales.
Así las cosas, en medio del suspense y tras
repetidas, angustiosas y angustiadas peticiones del soberano, el 15 de
septiembre de 2011 se anunció que se había llegado a un acuerdo entre 4
partidos flamencos y 4 valones para desbloquear el nudo, que no era sino una
cuestión de tipo electoral afectando a unas comunas determinadas de la
circunscripción de Bruselas.
El asunto parece baladí, pero ya sabemos todo
lo que hay detrás. Un político socialista valón, Elio di Rupo, al frente de una
coalición de 6 partidos consiguió formar gobierno tras tortuosas negociaciones,
en diciembre de 2011, poniendo fin a un período record de 541 días sin gobierno
definitivo.
Es el primer jefe francófono del ejecutivo
desde hace más de 40 años, y ha sido criticado con frecuencia por su mal
neerlandés, al tiempo que los votantes flamencos de derecha no se sienten
demasiado felices de ser gobernados por un socialista francófono.
Lo más grave es que quedan pendientes de
acuerdo los dos puntos realmente espinosos: la transferencia de nuevas
competencias a las Regiones y el reparto de financiación para las distintas
administraciones. Y lo que es peor: los nacionalistas flamencos de la N-VA, que
son quienes más votos sacaron en las últimas elecciones, han sido excluidos de
las negociaciones.
Como datos de geografía humana, citaremos que
la población urbana es del 87%; el número de católicos, el 75%; la esperanza de
vida, 79,65 años, y la tasa de fertilidad, 1,65 hijos/mujer.
Acabaremos la saga con un recordatorio
frívolo: en el extranjero y a nivel popular, Bélgica es sobre todo recordada
por tres cosas: los comics, las cervezas y los chocolates.
OCUPACIÓN ALEMANA
Alemania emitió sellos de ocupación durante la
Primera Guerra Mundial, de 1914 a 1918. Se trata de sellos alemanes con
sobrecarga en alemán.
No hubo sellos de ocupación en 1940-45. No es
de extrañar, porque, salvo excepciones
muy concretas que irán apareciendo, el III Reich no los utilizó en Europa
Occidental durante esta contienda, ni siquiera en Francia. Acaso la razón sea
que el propósito de crear una Europa unida bajo su dirección se compaginaba mal
con la existencia de sellos que proclamaban la ocupación militar.
EUPEN Y MALMEDY
Los ‘cantones del este’ de Bélgica,
administrados por los Habsburgo en el siglo XVIII, fueron asignados por el
Congreso de Viena a la parte renana del estado prusiano y, en consecuencia, se
integrarían más tarde en el Imperio alemán.
Al producirse la derrota alemana en 1918,
Bélgica los ocupó, y a ello corresponden los sellos de “Alemania - Ocupación
belga” que aparecieron en la entrada ‘Alemania 1’. El Tratado de Versalles los
asignó a Bélgica, primero provisionalmente y luego con carácter definitivo. Al
periodo provisional (1920/21) corresponden los sellos que se presentan aquí.
Como es lógico, durante la Segunda Guerra
Mundial revirtieron al III Reich, y, a su final, de nuevo a Bélgica. Durante la
contienda, al encontrarse en zonas de combate, sufrieron grandes devastaciones.
Actualmente, los 9 cantones germanófonos del
Este constituyen la Comunidad Germanófona de Bélgica, mientras que Malmedy
forma parte de la región valona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario