miércoles, 1 de mayo de 2013

NIGERIA



NIGERIA       África Occidental


Nigeria, oficialmente ‘República Federal de Nigeria’, es un país situado en África Occidental, en la costa del Golfo de Guinea, compuesto en la actualidad por 32 estados y un distrito federal. Su capital, Abuya (1.857.000 hab) ha sustituido a la tradicional, Lagos, que sigue siendo la ciudad más poblada, con 10.203.000 hab.

Es el país con mayor número de habitantes de África y el 7º del mundo, superando a Japón y Rusia.

Los comentaristas que gustan de enfocar su anteojo sólo sobre determinados datos macroeconómicos, se hacen lenguas de sus perspectivas de futuro (en estos tiempos de crisis su PIB ha crecido un 7,1% en 2012), y lo citan como uno de los países emergentes.

Pero, si observamos los conflictos y tensiones existentes, con abundante y creciente cosecha de muertos, y la situación de miseria en que vive la mayor parte de la población, surge el pensamiento: ‘de los países emergentes (al menos de algunos), líbranos, Señor’.

Después de interesantes culturas indígenas, entre las que destaca la de Ife, la zona que hoy llamamos Nigeria recibió las primeras visitas europeas con los portugueses en 1472, estableciéndose relaciones comerciales desde 1485.

Fue luego el gobierno inglés el que, ya desde el siglo XVI, se dedicó al tráfico en esa costa, aunque su interés por ella aumentaría en el XIX, utilizando ahora el estandarte de la lucha contra el tráfico esclavista para extender su influencia e intensificar el comercio de diversos productos. Como vamos a ver, la penetración tuvo lugar paulatinamente y por zonas.

El primer establecimiento permanente fue el de Lagos, al ocuparse la ciudad en 1851 con el pretexto de que el rey de Lagos no cumplía su compromiso de impedir la trata de esclavos. Lagos quedó anexionado oficialmente 10 años después, permitiendo la intervención en las luchas civiles de los yorubas hasta ponerlos bajo su protectorado. La colonia emitió sellos entre 1874 y 1905.


El siguiente paso  fue obtener de la Conferencia de Berlín de 1885 el reconocimiento de sus intereses en el bajo Níger, apareciendo pocos meses después el protectorado de los Oil Rivers, que tomó el nombre de Costa del Níger en 1893. La Costa del Níger tuvo sellos propios hasta 1901.


Las regiones del interior fueron abiertas a la soberanía británica por la National Africa Company (Royal Company desde 1886, cuando fue dotada de nuevos privilegios). Así aparece el protectorado de Nigeria del Norte, en el que se utilizó el sistema de penetración indirecta, es decir, permanencia de los jefes tradicionales en sus funciones, pero con la supervisión de funcionarios británicos. Los sellos de Nigeria del Norte se emiten de 1900 a 1912.


En la región meridional, los ingleses encontraron la oposición del soberano de Benin, que no fue sometido hasta 1897. En 1906 la colonia y el protectorado de Lagos se fundieron con el protectorado de la Costa del Níger, y al resultado se le dio el nombre de Nigeria del Sur, que, a diferencia de la septentrional, tenía su propio Consejo Legislativo. Los sellos de Nigeria del Sur cubren el periodo de 1901 a 1912.




En 1914 los dos protectorados, septentrional y meridional, conservando su propio sistema administrativo, se unen en una sola entidad, la colonia de Nigeria, bajo la autoridad de un gobernador general con residencia en Lagos. Al terminar la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña recibió como Mandato parte del Camerún alemán, pero tuvo la desfachatez de unirlo sin más trámite a su colonia nigeriana.

Extractamos a continuación la opinión, un tanto edulcorada, del profesor Hargreaves (Universidad de Aberdeen) sobre la política colonial inglesa en la zona. 

La colonia era un abigarrado mosaico construido sobre las bases establecidas por mercaderes, misioneros y algunos funcionarios emprendedores, pero la ofensiva imperialista del decenio de 1890 había carecido de un plan. El gobierno británico quiso asegurar a los capitalistas de su país unas perspectivas de negocio rentables, sin pretender el monopolio de esas posibilidades.

Los comerciantes europeos mantenían de antiguo relaciones con los cultivadores africanos, quienes habían adaptado su producción a la demanda extranjera de aceite de palma, cacahuete, cacao y otros productos tropicales. En general, los nativos conservaban la posesión de las tierras de cultivo y, en teoría, eran libres para disponer de su propio trabajo. La administración colonial realizó una labor eminentemente de infraestructura: puertos y ferrocarriles.

Sin embargo, al mismo tiempo los impuestos creados para financiar esas obras surtieron el efecto importante de obligar a los africanos a participar en la economía monetaria, como cultivadores o como asalariados.

Por supuesto, hubo grupos de intereses que intentaron, con mayor o menor éxito, conseguir privilegios o manipular la situación en su favor; pero la mayoría de los funcionarios rechazaron tales pretensiones, e incluso los que se doblegaron a ellas se vieron sorprendidos por la iniciativa de los cultivadores nativos.

En efecto, el éxito económico del periodo colonial no se debió tanto a grandes aportaciones de técnica y capital europeos como a la sensibilidad de los campesinos hausa ante las fuerzas del mercado y a los emprendedores capitalistas rurales que crearon las plantaciones de cacao del sudoeste.

En tales circunstancias satisfactorias, la administración evitaba agobiar a los campesinos con unas cargas que los indujeran a reanudar la rebelión o, lo que era más temido, a aliarse con las minorías urbanas nada silenciosas que ya comenzaban a exigir cambios políticos en el lenguaje aprendido en las escuelas coloniales o misioneras. La mayoría de los portavoces de esa incipiente burguesía se declaraban leales al Imperio británico, pero la administración colonial los miraba en general con profunda desconfianza.

Por todo ello, para mantener el orden y fomentar los cambios graduales, los británicos intentaron, fortaleciendo la autoridad de los jefes nativos, inducir poco a poco a éstos a que transformaran los viejos sistemas precoloniales de gobierno, en sistemas burocráticos ‘nativos’ que institucionalizaran la recaudación de impuestos y la administración de justicia.



Capital: Abuya
Ciudad más poblada: Lagos
Forma de gobierno: República Federal Presidencialista
Fecha de independencia (del Reino Unido): 1 octubre 1960
Superficie: 923.768 Km2 (32º)
Población: 174.507.539 (7º)      Densidad: 189 hab/Km2
PIB/cápita: 2.700 $ (180º)
Miembro de: Commonwealth, OPEP, UA



El país alcanzó la independencia en octubre de 1960 como ‘Dominio’, es decir, reconociendo como Jefe de Estado al soberano británico.


Más tarde, en octubre de 1963, pasó a ser República, pero dentro de la Commonwealth.

Según la estructura colonial, confirmada en 1954, Nigeria estaba dividida en tres regiones: Oriental, Occidental y Septentrional, en las que predominaban, respectivamente, los ibos, yorubas y hausas. Esta diferenciación se conservó tras la independencia, pero ya entonces existían las tensiones políticas, étnicas y religiosas.

Las mismas desembocaron en el golpe de estado de enero de 1966, cuando el general Aguiyi-Aronsi instituyó un régimen militar con predominio de los ibo; un decreto encaminado a establecer un gobierno unitario provocó una violenta reacción contra los ibo, y un nuevo golpe de estado, en julio, dio el poder al general Yakubu Gowon (de una tribu minoritaria del norte).


El gobernador de la región Oriental se negó a reconocer el régimen de Gowon, mientras en el Norte se desencadenaban matanzas de ciudadanos ibo. Cuando el general Gowon anunció su propósito de abolir las regiones y dividir el país en 12 estados, lo que privaba al territorio ibo de salida al mar y de los yacimientos petrolíferos recién descubiertos, el coronel Ojukwu proclamó la independencia de la región Oriental con el nombre de Biafra el 30 de mayo de 1967. 


Biafra es un estado africano que pudo existir, pero no llegó a consolidar su independencia.

En el momento de su constitución, con mayoría de ibos, tenía 76.400 Km2 y aproximadamente 13 millones de habitantes. Fue reconocida por 5 estados: Gabón, Haití, Costa de Marfil, Tanzania y Zambia. Otras naciones, como Francia y  Portugal, la apoyaron militar y financieramente, pero sin reconocerla. Gran Bretaña y EE.UU. mantuvieron en todo momento una olímpica actitud de distanciamiento.

Las hostilidades abiertas comenzaron en julio de 1967. Tras algunos éxitos iniciales biafreños, la superioridad numérica se impuso, y las tropas federales nigerianas iniciaron una guerra de exterminio en la que llevaron la iniciativa y reconquistaron progresivamente el territorio, enfrentándose a una resistencia de los ibos que alcanzó caracteres  realmente épicos. La capitulación final y la huida de Ojukwu tuvo lugar el 15 de enero de 1970.

Se cree que el conflicto cobró la vida de entre 800.000 y 1 millón de personas, la mayoría víctimas de la hambruna. Ello sin contar las matanzas de ibos cristianos que tuvieron lugar en el Norte musulmán (entre 8.000 y 30.000).

La guerra saltó a las primeras páginas de la prensa, siendo la primera vez que se publicaron numerosas fotos de víctimas de la desnutrición extrema. Las simpatías europeas se inclinaban en favor de los ibos, en parte por constituir el bando más débil, en parte por su sorprendente resistencia y en parte también por considerárseles más civilizados y próximos a la cultura occidental. Incluso fueron a combatir con ellos voluntarios, aparte de reputados jefes mercenarios.

Fue a raíz de la guerra de Biafra cuando se formó la ONG ‘Médicos sin fronteras’, por iniciativa de doctores franceses que estuvieron en la sitiada Biafra y se indignaron por la parcialidad de la Cruz Roja.

Tras la rendición de Biafra, el general Gowon puso en práctica un programa de reconstrucción: amnistía e incorporación de la región Oriental a la estructura federal. 

Un golpe de estado depuso a Gowon en 1975 y lo sustituyó por un Consejo Supremo Militar.

Sería, además de prolijo, repetitivo e inútil detallar la innumerable serie de golpes (hubo golpista, como el general Babangida, que repitió hasta tres veces) que afligió a la nación nigeriana. Baste decir que sólo en 1979-1983 hubo un periodo de gobierno civil.

En 1999, Nigeria eligió a Olusegun  Obasanjo como Presidente en sus primeras elecciones en 16 años. Obasanjo ganó también, entre turbulencias, en 2003. Pero en las legislativas y presidenciales de 2007, las turbulencias y el número de muertos fueron mayores.

Con eso y todo, el Partido Democrático del Pueblo sigue en el poder, pero, desde 1999, se ha dado el paradójico resultado de que la liberalización política ha empujado a militantes de grupos religiosos y étnicos a aplicar la violencia pura y directa para conseguir sus demandas, llevando al país a una situación límite que con frecuencia salta a la primera página de los periódicos.

La cosa viene de antiguo. Ya desde 1903, cuando la parte septentrional, de amplia mayoría musulmana, quedó bajo control británico, hubo una campaña de resistencia encaminada a no enviar a los hijos a ningún centro de enseñanza ‘occidental’, es decir, gestionado por el gobierno. Debe tenerse en cuenta que, para esas élites, la educación no era ni es una prioridad.

Cuando se completó la federalización del país, varios estados del Norte impusieron la Sharia, con las secuelas conocidas como condenas a lapidaciones en público y demás. Los cristianos empezaron a huir al Sur.

Un caso concreto ilustra esa mentalidad. La OMS lanzó una campaña para erradicar la poliomielitis en el mundo; se localizó en 2003  en el Norte de Nigeria la mitad de todos los casos mundiales, pero los ‘clérigos’ musulmanes protestaron, acusando a la vacuna de ser un intento por parte de los occidentales de esterilizar a las niñas musulmanas. 

El programa de vacunación se suspendió en varios estados, y la enfermedad casi se quintuplicó, propagándose además a otras naciones vecinas hasta entonces libres de la enfermedad. En mayo de 2004, el estado de Kano aceptó el programa, pero sólo a base de vacunas producidas en Indonesia, también país musulmán.

Con tales datos, no es de extrañar demasiado que apareciera Boko Haram. En la interpretación de esas gentes, es ‘haram’, es decir, prohibido, todo lo occidental, no sólo enviar a los hijos a escuelas del Gobierno (que también es musulmán), sino, en general, participar en cualquier actividad que pueda estar relacionada con Occidente, lo cual incluye votar en las elecciones, llevar faldas o pantalones y recibir cualquier aprendizaje ‘secular’.

Fue fundado por Mohamed Yusuf en 2002, quien empezó construyendo un complejo con una mezquita y una escuela coránica; muchos musulmanes pobres de toda Nigeria enviaron allí a su prole.

Pero Boko Haram no era una institución educativa. Su fin político era la erección de un estado islámico ajustado a la concepción citada; la mezquita y la medersa eran medios para formar jihadistas.

El terrorismo como método empezó muy pronto y ha ido progresivamente a más: ataques a comisarías de policía y edificios gubernamentales (también instalaciones de la ONU) hasta llegar en 2010 a atacar una cárcel liberando a centenares de colegas.

La policía reaccionó, y murieron centenares de fanáticos, entre ellos el fundador del grupo. Pero el mal se había extendido demasiado, apareciendo otro dirigente, Abubakar Shekau. Acompañamos una fotografía del sujeto, que se ha permitido difundir en Yahoo un video fanfarrón y provocador.

Últimamente, la práctica que más se ha extendido, aunque ya existió desde el principio, es la de matar cristianos mediante bombas introducidas en iglesias, a menudo escogiendo festividades señaladas, como la Navidad. En muchas localidades se ha tenido que instalar en la entrada de los templos detectores de metales e incluso prohibir que las mujeres asistentes lleven bolsos.

Hasta los norteamericanos se han dado cuenta del peligro. Un informe del Congreso de noviembre de 2011 avisaba de que Boko Haram era una ‘amenaza emergente’ contra EE.UU. y sus intereses.

Se dirá, y con toda razón, que tales terroristas, aunque sin duda numerosos, no dejan de constituir una minoría con relación a la población mayoritariamente musulmana del norte del país. Pero lo malo es que, como ocurre siempre en esos casos, la acción de una minoría como ésa destruye la convivencia general.

La gente tiende  a vivir en barrios diferenciados según la religión, se hacen raras, hasta desaparecer, las actividades y diversiones comunitarias y, al hacerse de noche, sólo la Policía recorre las calles.

Los no musulmanes que dejan su residencia y marchan al Sur se van haciendo cada vez más numerosos. Y los recuerdos de la etapa previa al desastre de Biafra, que en su día parecían exageraciones de periodistas agoreros, proceden ya de fuentes respetables. 

El profesor Kyari Mohamed, de la universidad de Yola afirma: ‘la situación actual representa una tendencia muy peligrosa, y presenta semejanzas con la fase previa a la guerra de 1967’.

No resultan difíciles de resumir los datos geográficos: tierras bajas en el Sur, derivando hacia colinas en el Centro, con colinas y montañas en el SE. El Norte está compuesto por llanuras. 

El caudaloso río Níger entra en el país por el NE, fluye hacia el Sur a través de selvas tropicales y se abre en un delta en el Golfo de Guinea. Es en este delta donde se encontraron los enormes recursos petrolíferos.

El clima es ecuatorial en el Sur, tropical en el Centro y árido en el Norte.

Los recursos naturales, no todos explotados, son gas y petróleo, estaño, oro, niobio, plomo y zinc, aparte de la tierra arable.

Según la Constitución, el Presidente es elegido por votación popular  para un mandato de 4 años, renovable una sola vez. El Parlamento es bicameral.

Desde que en los años 60 se descubrió petróleo, la economía pasó de ser agrícola y de pastoreo a ser industrial. La balanza de pagos es positiva gracias a la exportación del crudo, debiéndose destacar asimismo la industria petroquímica, la automovilística y las refinerías. La exportación de petróleo y derivados supone el 95% del total.

En cuanto al resto, únicamente tiene importancia el cacao, al que se destina el 50% del suelo cultivable con vistas a la exportación. La agricultura y ganadería ocupan al 50% de la mano de obra, pero apenas pueden abastecer la propia demanda interna.


La fuerte dependencia del petróleo y el hecho de que se encuentre en manos extranjeras, hace que existan fuertes desigualdades sociales, empezando por las geográficas. La pobreza del Norte supone un fuerte contraste con los estados del Sur, más desarrollados; pero en el SE, con abundante petróleo, los residentes se quejan  de que toda la riqueza generada por él fluye por los oleoductos hacia Lagos y Abuya, la capital. 

En general, según datos de la ONU, es uno de los países donde la desigualdad se halla más marcada, de manera que pocos nigerianos se han beneficiado de esa riqueza, viviendo en la pobreza más de la mitad de la población. La corrupción y la mala gestión contribuyen a agravar el problema.

Siendo uno de los mayores productores del mundo, la industria petrolífera ha ocasionado efectos colaterales no deseados. El principal es la venta de petróleo robado procedente de muy numerosas instalaciones clandestinas de extracción. 

Aparte de eso, en 2004 activistas de la zona del Delta, descontentos por la mala distribución de los ingresos, iniciaron una campaña de violencias contra las infraestructuras petroleras, amenazando así  la principal fuente de ingresos de la nación.

Casos así no contribuyen a atraer la inversión extranjera para lograr una mayor diversificación de ingresos, que es lo que desearía el Gobierno. Por supuesto, tampoco contribuye la inestabilidad política.

La deuda pública supone sólo el 18,8% del PIB. La inflación es del 12,1%.

Pasando a temas demográficos, existen en Nigeria muy numerosos grupos étnicos, pero tres tienen claro predominio: los hausa suponen el 29% de la población, los yoruba el 21%, y los ibo el 18%.

Se hablan más de 500 idiomas o dialectos, aunque la única lengua oficial es el inglés. Sin quitarle su importancia como lengua de la administración, cultura, finanzas, etc., como primera lengua sigue siendo el coto exclusivo de una minoría de la élite urbana, y no se habla en absoluto en algunas zonas rurales; como éstas agrupan a una mayoría de la población, los principales vehículos de comunicación en la vida cotidiana siguen siendo las lenguas indígenas.

En cuanto a la religión, son musulmanes el 50%, cristianos (con predominio protestante) el 40%, quedando un 10% para las religiones indígenas. El Islam predomina entre los hausas del Norte y el catolicismo entre los ibos del SE.

La tasa de alfabetización es de un 61,3%.

Para valorar otros datos, es preciso tener en cuenta la fuerte incidencia del SIDA: 3,3 millones de portadores (2º país del mundo) y 220.000 muertes anuales.

Así, la tasa de fertilidad es alta, 5,31 hijos/mujer, pero el índice de crecimiento vegetativo se limita al 2,55%. La esperanza de vida es de sólo 52,05 años.

El narcotráfico es importante. Nigeria, por otra parte, ha mantenido largas disputas con Camerún sobre la extensión de las respectivas zonas fronterizas, disputas no del todo resueltas, y las mantiene con ese mismo país y con Guinea Ecuatorial sobre límites de las aguas territoriales.

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