La isla Española, situada en el Mar Caribe, en la zona denominada de las Antillas Mayores, se halla al E de Cuba y al O de Puerto Rico. Tiene 76.480 Km2 (la mayor del Caribe tras Cuba), y es la más poblada de toda América.
Como las restantes Antillas Mayores, está
formada por viejas rocas continentales (a diferencia de las Menores, en su
mayoría jóvenes islas volcánicas o coralinas).
Cuenta con cinco cadenas montañosas; la
mayor, la Cordillera Central (que se extiende por los dos estados que hoy se
reparten la isla) tiene la más alta cima de las Antillas, el Pico Duarte (3.087
m). Completan la superficie tierras bajas, como el valle de Cibao, y las
llanuras costeras.
En el primer viaje de Colón (1492), aparte de
paradas sin importancia en las Bahamas, fue la primera tierra americana con que
tomaron contacto los españoles, a raíz del Descubrimiento, aunque el Almirante
(buen marino, mal cosmógrafo y, como veremos, pésimo conductor de hombres),
muriera empeñado en negar el carácter de Nuevo Mundo de las tierras a las que
había arribado.
Con el segundo viaje de 1493, se inicia la
primera fase de la colonización, fase de pruebas y ensayos, que durará hasta
1518. Sus protagonistas son inicialmente unos 1.200 españoles, de procedencia
en general modesta. Tienen aspiraciones comunes, absolutamente opuestas a los
planes del Almirante; no parecen haber sabido nunca el papel que se les
asignaba en la empresa mercantil inicialmente constituida entre Colón y los
Reyes Católicos.
Miembros de un pueblo individualista, de
larga tradición pobladora y escasa solera comercial, jamás hubieran pensado en
arrostrar tales peligros y trabajos para ser empleados modestos y dóciles en
una incómoda factoría. Ellos querían buscar honra y oro por su cuenta, aunque
fuera jugándose la vida.
Colón prosiguió sus navegaciones en busca de Cipango y Catay dejando en la Española a su hermano Bartolomé como Adelantado (es decir, gobernador). El fracaso de la empresa inicial estaba servido, y se consumaría cuando, en 1499, después de repetidas rebeliones y amargas quejas a España, el pesquisidor Bobadilla liquidó la factoría y envió a Colón a España. Empezaba la colonización propiamente dicha.
Aunque sea a costa de alargar un poco más
esta introducción, es fuerza señalar la mala fe de la leyenda negra que afirma
que Colón murió (en 1506) en la miseria, víctima de la ingratitud de los
monarcas. Éstos sí se dieron cuenta de la magnitud del descubrimiento, alertados
por Juan de la Cosa y otros navegantes. Por eso y para evitar más problemas,
prohibieron a Colón volver a la Española, pero le financiaron otros viajes de
exploración (aunque retirándole la exclusiva de hacerlos), y le mantuvieron, no
sólo el apreciado título de Almirante, sino también los cuantiosos ingresos que
le correspondían según lo inicialmente pactado; por eso no murió en la miseria,
sino como perceptor de grandes rentas, que llegaban irregularmente, pero que le
proporcionaban gran riqueza.
En 1502 llega la mayor flota, de 30 buques y
unos 1.200 hombres, enviada hasta entonces a América. La manda Nicolás de
Ovando, que va a ser el nuevo gobernador; será sustituido, en 1509, por Diego
Colón. Entre tanto se ha abandonado el primer establecimiento creado en la
costa N, La Isabela, y se ha trasladado la capital a Santo Domingo, en la costa
S, la primera ciudad, por tanto, creada por europeos en América.
Agotado pronto el oro, y frustrada rápida y
enérgicamente por la reina Isabel la idea de Colón de obtener beneficios
vendiendo a los indios, súbditos de la Corona, como esclavos, se pensó, como
era de esperar, en la caña de azúcar, cultivo estrella para los europeos de la
época en las tierras donde el clima lo permitía. Pero ese cultivo era
extremadamente duro, y los indios, cuyo número iba disminuyendo, no parecieron
adecuados. Los primeros esclavos negros africanos llegarían en 1501.
Como era de esperar, la peor parte la llevó la originaria población amerindia. Eran taínos, del grupo de los arawak, y su número fue disminuyendo hasta que desaparecieron. No hubo en ningún momento intención genocida de eliminarlos como en alguna otra parte del continente. Hubo malos tratos, pero las principales causas de extinción fueron las enfermedades (sobre todo la viruela) y la baja sobrevenida de natalidad derivada del proceso conocido como aculturación. Por lo demás, lo mismo ocurrió en todas las islas antillanas, cualquiera que resultase ser la potencia colonizadora.
Como era de esperar, la peor parte la llevó la originaria población amerindia. Eran taínos, del grupo de los arawak, y su número fue disminuyendo hasta que desaparecieron. No hubo en ningún momento intención genocida de eliminarlos como en alguna otra parte del continente. Hubo malos tratos, pero las principales causas de extinción fueron las enfermedades (sobre todo la viruela) y la baja sobrevenida de natalidad derivada del proceso conocido como aculturación. Por lo demás, lo mismo ocurrió en todas las islas antillanas, cualquiera que resultase ser la potencia colonizadora.
Como la Española fue una especie de base
experimental, sí tuvieron ahí lugar las primeras fases de la llamada ‘lucha por
la justicia’, en la que desempeñó un papel señero un sector significativo de
eclesiásticos. Primero fue, en 1511, el sermón famoso de un dominico ante lo
mejorcito de la colonia; a continuación, las acusaciones desmesuradas del P.
Las Casas (desmesuradas, no por falacia, sino por su tendencia caracteriológica
a la exageración y a la hipérbole, ya antes de que se ocupara de los indios);
no obstante, las denuncias cumplieron su misión y fue el mismo cardenal
Cisneros, Regente de España en dos ocasiones, quien le otorgó el título de
‘Defensor de los indios’.
Cisneros fue también quien envió en 1516 a la Española a tres frailes jerónimos, como comisarios con plenos poderes para poner orden. Ya antes, en 1512, se habían promulgado las Leyes de Burgos, todavía torpes e insuficientes, pero germen de la copiosa y posterior legislación de Indias, en gran parte de carácter tuitivo.
Cisneros fue también quien envió en 1516 a la Española a tres frailes jerónimos, como comisarios con plenos poderes para poner orden. Ya antes, en 1512, se habían promulgado las Leyes de Burgos, todavía torpes e insuficientes, pero germen de la copiosa y posterior legislación de Indias, en gran parte de carácter tuitivo.
Mientras todo esto ocurría, la isla Española
iba perdiendo peso e importancia, primero en beneficio de Cuba y después de
Nueva España. Las flotas de Indias no tocaban en ella; todo lo más, desplazaban
algún galeón; las plantaciones de caña decayeron, ante la competencia de otras
mejor situadas, y empezaron a aparecer por sus aguas cada vez más piratas
franceses, ingleses y holandeses. En 1604 apareció el ‘Situado’, una subvención
a cargo de la Corona para ayudar a los colonos de la Española y de Puerto Rico.
No parece haber sido buena idea la del
gobernador Osorio, que, a principios del XVII, ordenó la evacuación de los
colonos del oeste de la isla para evitar su tendencia al contrabando, lo que
dio más facilidades a los filibusteros y bucaneros. Tras ellos y a mediados del
siglo, se establecieron en ese extremo occidental los primeros colonos
franceses, por supuesto sin permiso.
La paz de Rijswick de 1697 puso fin a la
última de las guerras de Luis XIV con España; en ella ésta debió ceder a
Francia el tercio occidental de la isla (lo que hoy llamamos Haití), que pronto
se convirtió en una colonia francesa, llamada Saint-Domingue, muy apreciada y
consagrada a la caña, con lo que el número de esclavos se multiplicó.
En 1795, por el Tratado de Basilea, que puso
fin a la guerra con la Francia revolucionaria, España debió cederle también el
resto de la isla, si bien, cabe observar con cierta malignidad, los galos no
tuvieron mucho tiempo, como se verá, de disfrutar de su adquisición.
En la actualidad, la Española se halla
dividida en dos estados independientes. Uno, Haití, ocupa el tercio occidental;
otro, la República Dominicana, el resto de la isla. Los examinaremos por
separado.
HAITÍ
Forma de gobierno: República
Fecha de independencia (de Francia): 1 de
enero de 1804
Superficie: 27.750 Km2 (147º)
Población: 9.800.000 hab (90º) Densidad: 353 hab/Km2
PIB/cápita: 1.316 $ (169º)
Miembro de: OEA
Haití se puede calificar, sin exageración, de
desastre sin paliativos. Y se puede tanto por su historia como por su situación
actual.
Consideremos en primer lugar la primera.A mediados del siglo XVIII, el Haití colonial
ocupado por Francia bajo un férreo sistema esclavista, contaba con una
población de 300.000 esclavos y apenas 12.000 personas libres, blancos y
mulatos principalmente. Se ha señalado que, pese a la dureza del sistema, los
franceses se descuidaron en exceso a la hora de no eliminar los núcleos de
población de cimarrones, que vivían en la selva sin control, lo cual
contribuiría a explicar hechos posteriores y, según algunos, sería una de las
raíces del vudú, formas religiosas y rituales más arraigadas en Haití que en
ningún otro lugar de América.
La primera rebelión importante se produjo en
1751, con unos 6.000 muertos, pero el desencadenante principal, unas décadas
después, sería la Revolución en la metrópoli. Los mulatos libres comenzaron a
apoyar las ideas revolucionarias, creyendo, los infelices, que así obtendrían
apoyo de los blancos residentes para lograr la plena igualdad. En 1790 los
plantadores blancos rechazaron tales pretensiones, y los libres no tuvieron
otra alternativa que unirse a los sublevados.
En enero de 1802 llegó una expedición militar
francesa con 24.000 hombres, al mando de Leclerc, cuñado de Napoleón por
matrimonio con su hermana preferida Paulina, la cual, acompañando a su marido,
empezó con la tropa en Haití las numerosas aventuras amorosas que le darían más
tarde notable fama. Leclerc muere de fiebre amarilla en noviembre del mismo
año, dejando a su consorte disponible para futuros lances de mayor fuste.
Al frente de los rebeldes continuó la lucha
Dessalines, que en 1803 venció definitivamente a las tropas francesas, que
acabaron siendo evacuadas, mejor que entregarse a los rebeldes con sus peculiares
métodos, que incluían utilizar como estandartes cadáveres de bebés blancos
ensartados en picas.
Dessalines declaró en 1804 la independencia y
se proclamó Emperador con el nombre de Jacques I. Trató de enderezar la
economía reimplantando el trabajo forzoso en las plantaciones. En 1806 es
traicionado y asesinado por sus dos colaboradores, Petion y Cristophe, quienes
se repartieron el país.
Cristophe se autoproclamó Rey de la mitad
septentrional (la más hirsuta), con el nombre de Enrique I de Haití.Hizo construir 6 castillos, 8 palacios y una
fortaleza admirada por su solidez. Se rodeó de una nobleza haitiana de su
propia creación, que constaba de 4 príncipes, 8 duques, 22 condes y 37 barones.
Enfrentado con sus súbditos, decidió suicidarse disparándose una bala de oro. Su hijo, el Delfín Víctor Enrique, fue linchado por los sublevados, y así acabó el reino y la dinastía en 1820.
Enfrentado con sus súbditos, decidió suicidarse disparándose una bala de oro. Su hijo, el Delfín Víctor Enrique, fue linchado por los sublevados, y así acabó el reino y la dinastía en 1820.
Su rival y luego enemigo, Petion, mulato y
educado en Francia, controló la república proclamada en la mitad Sur. No omitió
proclamarse Presidente vitalicio en 1816, y Dictador en 1818; ese mismo año
murió de la consabida fiebre amarilla.
Le sucedió su protegido, Boyer, nacido como
mulato libre. Fue elegido Presidente vitalicio, de conformidad con la primera
Constitución de 1818. En 1818 unificó el país; en 1822 invadió la República
Dominicana, independizada de España un año antes.
Boyer, durante su mandato, abolió la
esclavitud y sentó las bases del sistema agrario hoy dominante: supresión de
latifundios y de la ganadería extensiva, confiscación de los bienes de la
Iglesia y división del país en pequeñas fincas, previo el reparto
correspondiente.
La crisis del sistema, bien intencionado en
su origen, se debió a que los pequeños campesinos no tenían medios ni interés
en desarrollar empresas regulares, careciendo de recursos de mano de obra,
técnicos, financieros, etc. Se veían explotados por los comerciantes, razón por
la cual producían para el mercado lo imprescindible para procurarse algunos
artículos manufacturados dependientes del exterior. La consecuencia fue la
inexistencia de un mercado interno y una pobreza crónica generalizada.
El país cometió además la tontería de aceptar
en 1825 una ordenanza del rey Carlos X de Francia en virtud de la que debería
pagar 150 millones de francos en 5 años para que la antigua metrópoli
reconociera la independencia.
Las conspiraciones obligaron a Boyer a partir
al exilio en 1843. En 1844, la República Dominicana recobró la independencia.
Para no hacer interminable el relato, diremos
que Haití continuó bajo las mismas pautas de agitación, caos y pobreza,
circunstancias que llevarían a la intervención norteamericana.
Ya en diciembre de 1914, un consorcio de
bancos acreedores consiguieron del Presidente Wilson que enviara marines para
trasladar las reservas de oro de Haití a cajas fuertes de Nueva York.
Ocho meses después, se produjo el colapso de
la dictadura de Vilbrun Guillaume Sam, un homicida trastornado. Tras arrancarlo
de su refugio en la embajada francesa, el populacho lo despedazó y paseó en
triunfo los diferentes trozos resultantes por las diversas zonas de la capital.
El festejo resultó demasiado colorista para
los gringos, que esta vez invadieron el país en serio, permaneciendo allí hasta
1934; el comandante militar norteamericano llevaba las riendas con un haitiano
como figura decorativa en el sillón presidencial.
Los estadounidenses no tuvieron empacho
alguno en fusilar revoltosos, pero contaron con la parte positiva de mantener a
raya a los exaltados, aparte de luchar contra la malaria y de construir
carreteras y puentes. Por lo demás, no discriminaban en absoluto entre ‘negros’
y ‘mulatos’, lo cual no gustó nada a estos últimos, que seguían considerándose
la clase dominante.
De 1934 a 1957 las cosas volvieron a ser como
siempre habían sido. Un humilde médico rural negro, François Duvalier, fue el
único que supo poner al país bajo control; entiéndase, su propio control.
Para solucionar su primer problema (evitar
que el ejército lo derrocara igual que lo había instalado en el poder), creó un
ejército paralelo, una especie de Guardia Nacional, y, lo que es más
importante, formó una fuerza a su servicio personal, los famosos
‘tonton-macoutes’, que se dispersaron por el país convirtiéndose en un cruce
entre fuerza de seguridad, agentes del culto vudú y ejército privado de
Duvalier.
El segundo problema era ganarse a esa
población negra a quien no importaba quién gobernaba en las ciudades. Duvalier
(por supuesto autonombrado presidente vitalicio) habló mucho de ‘orgullo negro’
y fomentó el vudú, lo que hizo que los campesinos lo consideraran como de la
familia y al mismo tiempo lo temieran, pues se rumoreaba que mantenía estrecho
contacto con el Baron Samedi y demás espíritus de la pandilla.
Con quien sí mantenía contacto era con los
norteamericanos, los cuales, sin otro requisito que proclamarse Duvalier
ferviente anticomunista, no le regatearon ayuda ni financiera ni militar,
siguiendo su contumaz tendencia a montar el caballo equivocado. Pero fue una
dictadura feroz y despiadada, que mató al menos a 30.000 personas.
‘Papá Doc’ murió en 1971. Designó sucesor a
su hijo Jean Claude Duvalier (Baby Doc), que logró sobrevivir, con similares
métodos y naturalmente como presidente también vitalicio, hasta 1986, cuando
provocó estúpidamente varios escándalos que hicieron explotar la situación. Los
EE.UU. le aconsejaron marcharse del país.
A continuación, más de lo mismo. A la altura
de 1990, el hombre de los EE.UU. era Jean-Bertrand Aristide, que circulaba por
la escena política como defensor de los desfavorecidos. Ganó las elecciones y
unos meses después fue derrocado. Tras tres años de exilio, volvió para
terminar su mandato, pero esta vez llevado en brazos por las fuerzas de
intervención norteamericanas. En 2001 es elegido de nuevo, y en 2004 depuesto
otra vez.
Después de un gobierno interino y del
despliegue de fuerzas de la ONU, se celebraron elecciones en noviembre de 2010.
Fue una elección accidentada, con fuertes acusaciones de fraude. Michel
Martelly, que quedó en tercer lugar en la primera vuelta, acabó siendo
proclamado. Continúa en el poder cuando esto se escribe, en octubre de 2012.
El 12 de enero de 2010, un catastrófico
terremoto de categoría 7,3 en la escala Richter, sacudió el país dejando un
saldo de al menos 500.000 muertos, miles de heridos y afectados, y destruyendo
la mayor parte de la capital. El hecho despertó una oleada de solidaridad
mundial, y las ayudas de todo tipo llovieron sobre Haití. Por si fuera poco,
doce meses después se añadió un brote de cólera, con casi 6.000 víctimas.
Después de todo lo dicho, no es de extrañar
que no se entre en detalles sobre el Derecho Político de la república haitiana.
Baste decir que la vigente constitución es la 23º del país, y que la ONU ha
descrito la situación de los derechos humanos como ‘catastrófica’.
En 1925 el 60% de sus bosques originales
estaba destruido; hoy lo está el 98%, al haber sido utilizadas estas zonas para
procurarse combustible de cocina, destruyendo en el proceso multitud de suelos
fértiles. Además, la erosión causada por la deforestación ha ocasionado
inundaciones periódicas, como la de septiembre de 2004: el ciclón Jeanne acabó
con la vida de más de 3.000 personas y destruyó numerosas carreteras.
Haití es la nación más pobre del mundo
occidental, con el 80% de sus habitantes bajo la llamada línea de pobreza, y un
54% bajo la de profunda pobreza. Con esos datos se puede suponer que el
PIB/cápita que figura en los datos oficiales es poco expresivo; más lo es el
Índice de Bienestar: sólo el 0,454 (158º del mundo).
El terremoto de 2010 hizo que el PIB se
contrajera ese año en un 5,4%. Recibió 4,59 miles de millones de dólares en
ayuda para la reconstrucción, que va a un ritmo bastante lento.
El 40% de los haitianos pertenecen al sector
agrícola, compuesto principalmente por pequeñas explotaciones dedicadas a una
agricultura de subsistencia a pequeña escala.
Por Ley aprobada por el Congreso
norteamericano en 2006, las exportaciones haitianas tienen acceso sin aranceles
a EE.UU. Claro que se reducen a artículos de confección textil, que representan
el 90% de las exportaciones del país y el 10% del PIB. Las remesas de
emigrantes constituyen casi el 20% de ese PIB, y más que doblan los ingresos
por exportaciones.
Gran parte de su deuda externa ha sido
condonada, pero después del terremoto ha vuelto a subir a más de 600 millones
de dólares. De hecho, la mitad del presupuesto anual procede de fuentes
exteriores.
Más del 90% de los haitianos son de
ascendencia africana, en todo o en parte. La esperanza de vida es de 61 años, y
el promedio hijos/mujer, 4,86, el más alto del hemisferio occidental; ello da
una tasa de crecimiento de 1,7% anual. La población tiende a concentrarse en
zonas urbanas, planicies costeras y valles.
La diáspora es muy elevada. En la República
Dominicana viven 11 millones de haitianos de forma legal y 1.100.000
ilegalmente, representando el 25% de la fuerza de trabajo total, sobre todo en
la agricultura y en la construcción. En EE.UU. hay unos 600.000, la mayoría en
el sur de Florida. En Canadá, unos 100.000, y cerca de 80.000 viven en las
Bahamas.
Hay dos idiomas oficiales: el francés y el
criollo haitiano. El francés es el más utilizado en la lengua escrita y el
utilizado por la administración. El criollo es lengua cooficial desde 1961 y
hablado por prácticamente la población entera. La mayor parte de ella tiene un nivel
intermedio o superior de español.
Sólo la mitad de los niños están vacunados, y
únicamente el 40% de los mismos tiene acceso a la asistencia médica básica; el
90% sufre de enfermedades hídricas y de parásitos intestinales. El SIDA afecta
al 5% de la población adulta, y el tráfico de drogas ha corrompido aún más el
sistema judicial y la policía.
Está alfabetizado el 52% de los habitantes.
El 90% de las escuelas son privadas, muchas gestionadas por institutos
religiosos o por ONGs. La cifra de inscritos en la escuela primaria es el 67%.
Una reflexión final: los bienpensantes
repiten continuamente que Haití necesita más, más y más ayuda. Ahora bien,
ningún país ha recibido más ayuda que éste, y los resultados son defraudantes.
Por supuesto, parte de esa ayuda proviene de corazones compasivos, y otra parte
de organismos y ONGs cuyo personal quiere justificar su existencia y su modus
vivendi; pero éste no es el núcleo de la cuestión.
El problema subyacente más serio es el enorme
diferencial de riqueza entre la mayoría negra empobrecida y criollo-parlante, y
la minoría francoparlante, frecuentemente mulata, 1% de la cual posee casi la
mitad de la riqueza del país. Y esto combinado y mezclado con el
semianalfabetismo predominante.
Mientras alguien (no se sabe muy bien quién)
no aborde con energía la cuestión, el flujo de ayudas seguirá siendo como echar
agua a un caldero con un gran agujero en el fondo que comunica por turbios
conductos con grandes bolsillos siempre dispuestos a recibir más.