miércoles, 13 de julio de 2011

ALEMANIA 5 (1945 - 1990)



LOS DOS BERLINES


BERLÍN ORIENTAL


Sólo existe una serie de 7 valores emitidos para Berlín por los soviéticos. En realidad, se trata de una más de las que iban emitiendo en 1945 para los distintos territorios ocupados.


Después se emplearon los sellos de ocupación ya explicados en otra entrada, hasta que en 1949 Berlín se convirtió en capital de la llamada Alemania Democrática (DDR).

BERLÍN OCCIDENTAL

Corresponde a las zonas de ocupación americana, británica y francesa. Emitió sellos, comunes para las tres zonas, desde 1948. Desde 1955 aparecieron con la leyenda “Deutsche Bundespost – Berlin”, y desde 1961 se trató, cada vez con mayor frecuencia, de emisiones iguales a las de la República Federal con la indicación específica “Berlin”.

Fue una isla muy adentro de la zona soviética de Alemania, y lo fue por culpa de los norteamericanos, y en especial de uno de ellos. Los hechos pueden resumirse así:

Los alemanes querían que fueran los occidentales quienes entraran en Berlín; tenían sobrada noticia del comportamiento de las tropas soviéticas en su avance por las zonas orientales y eso explica la enconadísima resistencia de las unidades alemanas en abril de 1945. No sabían que el general Eisenhower, Comandante en Jefe de los ejércitos aliados, estaba decidido a no ir a la capital. 

Hombre de miras notablemente estrechas, estaba obsesionado por la idea de destruir un ‘reducto alpino’ que nunca existió y, lo que es aún peor, se permitió comunicar directamente sus ideas y planes a Stalin, a quien le pareció de perlas.

De nada sirvió que Montgomery, Comandante británico, considerase aquello una barbaridad; la contestación que le dio Eisenhower fue: “esa ciudad no es para mí otra cosa que un lugar geográfico, y como tal no me interesa”. Intervino Churchill, el cual envió un memorándum al presidente Roosevelt en el que señalaba:

-- La Rusia soviética se ha convertido en un peligro mortal para el mundo libre, y es preciso detener su avance, constituyendo para ello un frente lo más al Este posible.
--Berlín es un objetivo primordial de los ejércitos angloamericanos.
--La liberación de Checoslovaquia por tropas americanas adquiere una considerable importancia.

No sirvió de nada; los EE.UU. eran quienes mandaban, y ni Roosevelt, ni Eisenhower ni el Estado Mayor americano hicieron el menor caso. No sólo los defensores de Berlín esperaron en vano, sino que, como guinda del pastel, las tropas aliadas, ya en la época de Truman (Roosevelt fue fulminado por una apoplejía el 12 de abril), retrocedieron de los límites alcanzados, dejando al ejército soviético a 45 Km de Hamburgo y a 130 de Maguncia, a orillas del Rin.

La resistencia militar cesó el 2 de mayo (Hitler se había suicidado el 30 de abril), y hasta el 30 de agosto no se fundó el Consejo de Control Aliado, tras lo cual aún tenían que llegar y tomar contacto con la situación los contingentes de tropas occidentales.

Los soviéticos, solos entre tanto en la capital casi totalmente reducida a escombros, tuvieron mucho tiempo para hacer cosas; y lo aprovecharon. Las principales víctimas de esas ‘cosas’ fueron las mujeres; aunque los archivos rusos permanecen infranqueables (Putin ha declarado hace poco que lo único que cabe hacer con la Gran Guerra Patriótica es admirar la gesta y el heroísmo del Ejército Rojo, sin entrar en detalles ni revisiones), se estima razonablemente que sólo en la ciudad de Berlín fueron violadas unas 100.000 mujeres, ante la indiferencia de las autoridades.

En aquellos días desmontaron la Cancillería y con sus materiales erigieron un faraónico monumento, en lo que luego sería sector británico, al Ejército Rojo, con guardia de honor permanente. Se llevaron lo que quisieron, incluyendo tesoros artísticos de fama mundial, como el Tesoro de Troya encontrado por Schliemann (durante decenios afirmaron oficialmente que se había perdido; ahora han reconocido que lo tienen, pero sin la menor intención de devolverlo). También tuvo lugar por entonces el nunca aclarado incendio (¿) del Kaiser Friedrich Museum, con desaparición de importantes fondos, entre ellos dos pinturas españolas del siglo XVII de primera categoría.


Naturalmente los males de la ciudad no habían terminado. En 1948 Stalin decidió eliminar aquella molesta isla. Tomando como pretexto el cambio por los occidentales del viejo y resquebrajado Reichsmark por una nueva moneda, el Deutsche Mark, cerró el tránsito a Berlín por todas las vías terrestres. Calculó, acertadamente, que los occidentales no se atreverían a forzar el paso; y calculó, esta vez desacertadamente, que una ciudad de ese tamaño no podría abastecerse por aire.

El ‘bloqueo de Berlín’ comenzó el 24 de junio de 1948; el ‘puente aéreo’ como respuesta se inició el día 25. Fue una proeza técnica, que recayó casi en su totalidad sobre la Aviación americana. Al cabo de unos meses se llegó a unos 900 vuelos al día, lo que suponía más de 9.000 Tm diarias de víveres y combustible. A pesar del esfuerzo, los berlineses pasaron aquel invierno hambre y frío, y el parque de Tiergarten se quedó sin árboles, transformado en un inmenso huerto de verduras y hortalizas. 

El levantamiento del bloqueo tuvo lugar el 12 de mayo de 1949. Costó 65 muertos por accidentes, cifra muy pequeña para una operación que carecía de precedentes. 

No vamos a repetir todo lo relativo al Muro, comentado en la entrada anterior como problema que afectaba a toda Alemania; sólo a añadir algunos datos y pinceladas.

Comienzo de la construcción (recordémoslo): 13 de agosto de 1961. Ya habían pasado los tiempos en que se pretendía echar a los occidentales de Berlín Occidental; por eso, las tres potencias ocupantes, alertadas sin duda previamente, se tomaron el asunto con mucha tranquilidad, una vez que supieron que la cuestión no afectaba a sus derechos: pasaron 20 horas antes de que apareciesen fuerzas militares y 72 antes de la obligada protesta diplomática ante Moscú. Kennedy declaró que “es una solución poco elegante, aunque mil veces preferible a la guerra”; y McMillan, Premier británico: “Alemania del Este detiene el flujo de refugiados y se atrinchera tras un grueso telón de acero. No es nada ilegal”. 

Sólo en 1963 un acuerdo, negociado por el Gobierno federal, permitió que más de 100.000 berlineses del Oeste visitaran a sus parientes con ocasión del fin de año.

En 1975 empezó a construirse el llamado “Muro de la cuarta generación”. Era todo él de hormigón armado, de 3,6 metros de altura; detrás, valla metálica, cables de alarma, trincheras para evitar el paso de vehículos, pistas escarificadas para registrar las pisadas, nueva cerca de alambre de púas; además, más de 300 torres de vigilancia, 30 búnkeres y unos 1.000 perros policía. Por supuesto, rejas de acero en los canales. La anchura de la zona oscilaba entre 30 y 500 metros (en Potsdamer Platz). 

Los alemanes orientales no podían visitar la zona inmediatamente anterior sin una autorización especial, y cualquier pregunta sobre la organización del sistema (absolutamente secreta) podía traer graves consecuencias.

Como dato de interés humano, la última fuga, que tuvo ocasión de presenciar quien esto escribe, tuvo lugar en agosto de 1989, a través del canal muy próximo al Reichstag. En una espléndida tarde de domingo, dos jóvenes intentaron cruzarlo a nado; Fueron alcanzados por una lancha de la Policía Popular, que no se atrevió a disparar por la multitud de berlineses y turistas extranjeros que por allí había, y que gritaban, abucheaban y filmaban en video la escena en que los policías intentaban agarrar y sujetar con bicheros a los fugitivos. Al final los policías abandonaron y los prófugos fueron atendidos y acogidos con ovaciones en la orilla occidental. Los tiempos habían por fin cambiado; faltaban pocos meses para la caída del Muro.

Poco a poco, sobre todo a partir de 1965, la situación de Berlín Occidental se fue estabilizando relativamente. Desde el punto de vista político era irregular (aunque menos que la de Berlín Oriental, capital de un Estado), pues, dada su situación de ocupación, no podía ser un Land de la República Federal, pero las autoridades aliadas quedaron con carácter representativo, aparte del mando de contingentes simbólicos de tropas, mientras que de las cuestiones de ordinaria administración se ocupaban funcionarios alemanes del Oeste, incluso de la presencia física en los puestos de paso y control; Berlín enviaba también representantes al Bundestag de Bonn, que en alguna ocasión se reunió incluso en la antigua capital.

La mayoría de los berlineses occidentales, que se sentían lógicamente asfixiados en la ‘isla’ preferían salir de ella en avión, para no tener que aguantar los agobiantes controles policíacos de la DDR. Aparte del tren, existían varias autopistas especiales ‘de tránsito’, que convergían en una ronda (más exacto sería decir una ‘hemi-ronda), que conducía todos los vehículos al sur, al punto de control de Dreilinden. Por supuesto estaba totalmente prohibido salir de la autopista de tránsito, y se tomaban las horas de entrada y de salida del vehículo. Había estaciones de descanso y servicio para los occidentales, rigurosamente prohibidas para los nativos, y viceversa.

Más o menos conscientemente se partía del supuesto de que la división  iba a ser para siempre, incluso en la planificación urbanística, construyéndose rondas y vías rápidas para hacer fluido el tráfico en torno a la zona occidental, que, tras la destrucción del Muro, han quedado obsoletas. La antigua línea de metro que cortaba el extremo del sector oriental pasaba, con los vagones cerrados, por varias estaciones clausuradas en semipenumbra (por supuesto, los túneles de metro, que habían jugado un importante papel en la defensa de Berlín en 1945 , eran objeto de especial vigilancia ). El S-Bahn (ferrocarril elevado), que asimismo tenía estaciones cerradas por la misma circunstancia, iba siempre casi vacío, pues, al ser propiedad de la DDR, los berlineses occidentales lo boicoteaban.

Al fin quedaron establecidos tres puntos de paso: uno al Norte, en el sector francés, sólo para alemanes; otro, general y bastante congestionado, en la estación de Friedrichstrasse, y un tercero, más al sur, al final de lo que quedaba de esa larga e importante calle, en el sector americano, era el famoso Checkpoint Charlie (que se ha conservado como recuerdo). Era el de las películas, aunque en realidad los intercambios de espías se hacían en un puente mucho más alejado y discreto, cerca de Potsdam. 

Por el Checkpoint Charlie no podían pasar alemanes. En él se produjo el 27 de octubre de1961 un enfrentamiento entre carros de combate rusos y americanos que pudo dar lugar a un incidente muy grave. Era en general poco concurrido, pues al otro lado había una zona particularmente siniestra: el extenso sector en escombros del antiguo barrio de la Cancillería, donde sólo se alzaba, aislado, ennegrecido y vigilado, el inmenso edificio del Ministerio del Aire de Goering.

Berlín era una ciudad (mejor, dos ciudades) extraña, donde se veían extrañas cosas. Por ejemplo, el traslado en camiones de los soldados soviéticos de la Guardia de Honor del monumento antes citado, entre silbidos y befas cotidianas de los berlineses y escoltados por jeeps de la Policía Militar Británica, para evitar que fueran apedreados; la policía berlinesa obligaba incluso a los transeúntes, en la zona del odiado monumento, a pasar a la otra acera, en prevención de incidentes. Hoy ya no hay monumento ni, claro está, guardia de honor. De vez en cuando se podía ver también, en el Checkpoint Charlie, un automóvil militar, lleno de jefes occidentales, con uniforme muy correcto y sumamente serios, que pasaba, obviamente sin trámite alguno, para ejercer y mantener el derecho de los ocupantes a circular por toda la zona ocupada.


Los pases para acceder a Berlín Oriental eran hasta las doce de la noche (la hora de la Cenicienta), con obligación de cambiar una cierta cantidad en marcos orientales a un cambio asesino y prohibición de sacar a la vuelta ni un solo marco. Era preceptivo volver por el mismo paso utilizado para entrar.

Todas estas cosas, que un día fueron vida cotidiana, hoy son Historia y tienden a olvidarse. Por eso les hemos dedicado tanto espacio.

Los dos Berlines eran muy diferentes. El occidental tenía como arteria principal y brillante la K-Damm, versión berlinesa de los Campos Elíseos con la gran mayoría de los inmuebles reconstruidos, y cerca de ella la Plaza Chamisso, milagrosamente intocada por los bombardeos y escogida como escenario de muchas películas. Tenía asimismo, sobre todo en el distrito de Kreuzberg, una notable concentración de radicales de todo pelaje, a menudo de aspecto inquietante, atraídos a Berlín por las peculiaridades del ordenamiento jurídico de la ciudad.

El Berlín Oriental contaba con la vieja arteria cultural y aristocrática de la ciudad, llena de pesados, pero a menudo magníficos, edificios de los siglos XVIII y XIX, con más o menos marcas de metralla: Unter den Linden. Estaba poco concurrida, porque acababa en la Puerta de Brandenburgo, es decir en el Muro, y tampoco había comercios que atrajesen a la gente. Nada había quedado de la vieja Alexanderplatz, otro de los antiguos puntos neurálgicos de la ciudad, remodelada como una gran explanada dominada por la altísima Torre de la Televisión, una especie de emblema de la ciudad; en esa plaza se concentraban los domingos por la tarde muchas personas, más bien silenciosas y de aspecto aburrido, comiendo todos un helado del mismo tipo, adquirido tras larga cola.

Todo empezó a cambiar el 9 de noviembre de 1989. Al día siguiente, ya hubo espontáneos que comenzaron a romper el Muro, tarea que continuó con ahínco durante semanas, meses y años, dando lugar al popular negocio de romperlo en miles y miles de trocitos que se vendían como ‘recuerdo’ a los turistas. Hoy se conserva únicamente, en un lugar no muy céntrico, un tramo de 1.300 metros como recuerdo.

Actualmente la ciudad se ha renovado y las grúas llenan el paisaje. La enorme explanada que ocupaba lo que había sido Potsdamer Platz y sus inmediaciones, antaño cortada por la zona del Muro, se ha convertido hoy en el más moderno y próspero sector comercial de la ciudad. Edificios emblemáticos como la Catedral y el Reichstag (donde vuelve a reunirse el Parlamento) han recuperado su antiguo esplendor. Los mejores arquitectos del mundo construyen y reconstruyen. 

Se espera que para el 2015 se acabe de reconstruir el Palacio Imperial, dañado por los bombardeos y acabado de derruir por el gobierno de la DDR,  cosa que los berlineses jamás perdonaron; el proyecto contempla la creación dentro de él de un gran centro cultural y comercial, cuyos muros exteriores serán copia exacta del edificio original.

La transferencia del Gobierno Federal y de la Cancillería tuvo lugar en 1999 (ver entrada siguiente). Berlín es de nuevo capital del Estado y además cabeza de uno de los nuevos Länder. Tiene 3,4 millones de  habitantes, siendo la ciudad más poblada de Alemania y la 5ª aglomeración de la Unión Europea.

Sin embargo, no todo es positivo en el actual Berlín. La delincuencia ha aumentado, los grupos de personas con aspecto alarmante se ven incluso en lugares muy céntricos y es la ciudad del país donde se observa un mayor número de manifestaciones de racismo.

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